Qué amas, qué esperas, qué sueñas, qué temes, qué te hace vibrar y
apasionarte.
Nos hace falta vivir las preguntas, subrayar palabras, resaltar momentos, para
no estar adormilados. Nos es urgente una revolución interior, poner patas arriba
nuestra casa.
Sacudir nuestras creencias y nuestro estilo de vida, para quitar polvos de
indiferencia y llegar a lo que nos mueve y nos conmueve, lo que nos hace
humanos y frágiles.
Cuando tomamos conciencia de nuestras debilidades, empezamos a pisar tierra
y nos podemos hermanar con todos los necesitados del mundo.
Usemos toda nuestra creatividad e imaginación para adentrarnos en el
terreno mágico de la espiritualidad o de la intimidad, con atrevimiento y
también con inocencia, sin juzgarnos ni condenarnos. La expresión que tanto se
escucha: “por mi culpa”, “por tu culpa”, debería eliminarse.
Mientras vivimos estamos en proceso, aprendemos y desaprendemos con un
sentido, con una finalidad y la misma vida nos va dando lo que necesitamos.
Otra cosa es si sabemos verlo.
Tampoco sirve decir: “si yo hubiera hecho tal cosa, habría sido diferente”,
porque lo que ha ocurrido es lo que tenía que ocurrir. Ese camino aparentemente
equivocado, es el correcto. Cuántas veces se malgasta toda la energía pensando
si las cosas hubieran ocurrido de otro modo, y no aceptando la realidad tal
como se presenta.
Caminar con lo que se nos ha dado, sabiéndonos amados y acompañados en
nuestro proceso.
En lo más hondo siempre hay orden y calma, para ello tenemos que atravesar y
dejar atrás las capas de ansiedad y nerviosismo que son superficiales y
ruidosas.
Cómo se consigue esto. Para cada uno hay un camino diferente pero una cosa
segura para todos es tener claro nuestro objetivo, después ponernos en marcha
con pruebas, curvas y rodeos, vacilaciones y fracasos, hasta llegar al terreno
que nos conviene, ese en el que nos sentimos a gusto: donde brillan nuestras
estrellas interiores.
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