No es lo mismo saber que el fuego quema que quemarse. No es lo mismo decir
que Dios existe que sentirse inmerso en su amor. Ni es lo mismo pasar por la
vida atrapados en la inmediatez de las cosas y en el egoísmo de creerse el
centro de todo que sentirse criatura elegida que forma parte de un universo
infinito y amado.
En nosotros mismos está ese paraíso que anhelamos, pensamos que lo tenemos
lejos pero estamos sumergidos en él, sus aguas nos bañan, por eso existimos.
Me gustaría repartir calma, alegría y esperanza a manos llenas, las mismas
que están en todos los corazones pero a veces ignoradas. Cuando hacemos un poco
de quietud, y dejamos aparcadas las prisas o el estrés, la calma nos invade
porque la llevamos en nosotros. Todo lo que necesitamos lo llevamos dentro. Hay
que cuidarlo para que salga a la luz.
No es tan difícil acceder a ese espacio de calma. En primer lugar hay que
tener clara nuestra meta: la armonía y plenitud personal, para ponernos en
camino hacia ella, a pesar de los impedimentos y obstáculos que siempre se
presentan.
En segundo lugar poner consciencia y atención en los pequeños detalles de
la vida, que son los que están a nuestro alcance, para resaltar los dones que
recibimos continuamente y dejarnos sorprender por ellos.
Y, finalmente, caminar siendo agradecidos con todo lo que nos va pasando.
Esto se parece a lo que nos dice D. Steindl-Rast de cómo encontrar un
método para vivir con gratitud y ser feliz: Stop,
Look and Go. Es decir: Para, Mira y
Anda.
Lograr quietud y abrir nuestros sentidos a todo lo que se nos da, para ser
agradecidos y así transformarnos a nosotros y a nuestro mundo.
Es un método sencillo y fácil de recordar. Pongámonos en marcha ahora.
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