Yo soy la alianza de lo humano y lo divino, en mí
hay un pacto de amor y protección eternos. Yo soy la prueba de una Presencia y
de un Aliento amoroso.
El pueblo de la alianza, dice la Biblia. Ese pueblo
soy yo, en singular, para entenderlo mejor.
Soy un ser humano que representa a todos los otros
seres, y en mí se da el mismo milagro creador, por eso puedo hablar en nombre
de todos. Es un milagro de conciencia sobre el universo y de ternura interior.
Poder formularlo con palabras es un verdadero regalo.
Si alguien busca en los textos bíblicos el relato
del pacto se va a encontrar un dios de gran dureza e incluso violencia, es una
historia contada a la medida de los hombres pero hay que saber ver las perlas
depositadas entre esas líneas llenas de venganza y temor.
Yo, de la mano de mi Espíritu, busco esas perlas
que son las que dan sentido a mi vida, las saboreo y las pongo en palabras y
frases.
“Yo
hago ahora un pacto ante todo tu pueblo. Voy a hacer cosas maravillosas que no
han sido hechas en ninguna otra nación de la tierra, y toda la gente entre la
que vosotros os encontráis verá lo que el Señor puede hacer, pues será
maravilloso lo que yo haré con vosotros.” (Ex 34,10).
Si lo crees, es. Yo me lo creo ese pacto de un Dios
enamorado de mí, que hace cosas maravillosas y me abre los ojos para poder
verlas. Ese es el privilegio.
Mi parte del pacto es una adhesión incondicional a
esa Realidad de la que participo y que es mi fuente, esto lleva necesariamente a
tener una visión agradecida y afecta a todo lo que soy y lo que hago y a mi
forma de relacionarme con los demás.
Yo, como hija de lo divino, participo de ese pacto
y deseo estar siempre a favor de la luz y del amor: esas son las cosas
maravillosas que se nos anuncian.
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