La vía femenina es la capacidad de
cuidar, acoger, sanar relaciones heridas, ayudar al más necesitado, tender
puentes, construir terrenos de paz, expresar emociones, crear un mundo humano.
Esta vía femenina la tienen tanto hombres como mujeres, aunque abunda más en
estas últimas.
Yo soy mujer y me siento mujer. Me
da alegría ver este sello femenino en mis entrañas. Y admiro la valentía de
tantas mujeres en el mundo.
También admiro al Papa Francisco,
que tiene plenamente esta vía femenina de estar con los que más lo necesitan, y
no pararse en barreras a la hora de ayudar y de tender puentes de
reconciliación. Porque esta parte femenina siempre es reconciliadora.
Tiene que ver con la capacidad de
dar a luz, en sentido real y simbólico.
Con este sello femenino es más
fácil vivir y relacionarse porque aquel que lo posee tiene actitud maternal con
los demás: cuida, perdona, anima y alumbra confianza.
En medio de los conflictos, las
quejas y dificultades, lo único que se necesita son esos pequeños actos de
amor, que seamos capaces de abrir porciones de cielo allá donde estemos. La paz
del mundo también depende de nosotros.
Hay una Madre que nos cuida a cada
uno de nosotros, ese cuidado lo transmitimos a los demás de modo natural. Así
expresa el profeta Oseas esa maternidad divina: “Yo guié a mi pueblo y lo
enseñé a caminar, pero ellos no comprendieron que era yo quien los cuidaba. Con
lazos de ternura, con cuerdas de amor, los atraje hacia mí, los acerqué a mis
mejillas como si fueran niños de pecho, me incliné a ellos para darles de
comer”. (Os 11,3-5).
Si se pudiera hablar en estos
términos diría que Dios es mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario