Solo sirve el Amor infinito con el
que somos amados, el resto no tiene importancia. Solo aquel que ama sin
fisuras, sin medida, sin condiciones. Solo ese Amor. El que siempre perdona,
siempre acepta y acoge. En él soy libre para meter la pata y equivocarme, para
no amar, no escuchar, no entender. Para ser yo y no serlo al mismo tiempo. Todo
son pequeñeces ante la inmensidad del Amor infinito.
Incluso los horrores más grandes,
los egoísmos más atroces y las alegrías más intensas. Todo es nada a su lado.
Podemos pasar por la vida como
errantes peregrinos que buscan a oscuras y se hunden en el mar de los
conflictos. No importa. El Amor me sigue dando su caricia y me sigue
acompañando con mirada tierna.
El Amor es el mismo aire que
respiro y la misma brisa que roza mi piel, y tiene manos que tocan mis entrañas
para darme vida. Y me presta chispas de su luz para que a mí se me llene la
boca diciendo que amo.
Una persona muy querida para mí me
dijo, antes de morir: “no hay que preocuparse de nada, Dios solo es Amor”. Me
transmitió esas palabras que poco a poco van trabajando mi duro corazón y van
haciendo mella en mí. Las enseñanzas me llegan continuamente, de todas partes.
Y con estas enseñanzas yo me pongo
en marcha cada día, con mi carga de ilusión y de temor, de luz y de sombra,
mirando de no abandonar el terreno de la confianza, que es el único que me
sirve para vivir en profundidad y dicha.
2 comentarios:
Que frase más bonita, Dios es solo Amor.
Yo también quiero vivir siempre en el terreno de la confianza.
Hacer una pausa cuando sea necesario para preguntarme si estoy siendo yo de ese modo o me he estancado en otro.
Hay que estar en continua ITV.
Gracias mamá, por ser mi mecánico.
Gracias, hormiguita. Tus palabras me calan.
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