Proverbio chino: “Cuando bebas
agua, recuerda la fuente”. Yo añadiría: “y muéstrale tu agradecimiento”.
Ser agradecido no es la gratitud
que se muestra en momentos puntuales sino que es una manera de vivir, en la que
se agradece todo, desde el ancho mar hasta el aire que respiramos, desde
momentos de crisis hasta las dificultades con las que nos vamos encontrando.
Todo.
Porque si agradecemos solo lo que
nos sale bien, nos quedamos a mitad de luz, y no hemos llegado a entender que
todo en la vida sirve y contribuye a nuestra formación y a nuestro verdadero
nacimiento. Ninguna piedra del camino, ni la más molesta, está colocada al
azar.
Dice Lao-Tsé: “El agradecimiento
es la memoria del corazón”. Es decir de nuestro centro vital, ese que los japoneses
sitúan en el vientre: hara.
Si nos habituamos a ser
agradecidos, lo que supone no estar en la queja y la protesta continua, algo va
floreciendo en nosotros sin que nos demos cuenta, nos va naciendo un nuevo ser
envuelto en armonía y dicha. Y conquistamos espacios de paz.
Hay que entrenarse y practicar
agradecimiento. Tenemos muchas ocasiones a lo largo de la jornada. También
tenemos el modelo de muchos seres humanos que lo han conseguido, miremos hacia
ellos.
La gratitud tiene mucho que ver
con la humildad de aquel que nada exige y todo lo disfruta. Del que no se cree
superior ni pone distancia ante la realidad. Del que se baja del pedestal de la
autosuficiencia y el engreimiento y dice: amén.
Es una aceptación gozosa del hecho
de vivir. Esta actitud nos cambia la vida.
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