En todas las situaciones por las
que pasemos lo principal es el encuentro con los demás, la calidad de ese
encuentro.
Se trata de experimentar un
encuentro sin doblez, sincero, cara a cara o corazón a corazón. Esto quiere
decir tratar a cada persona con todo el afecto de que somos capaces. Sea un
desconocido que saludamos un momento, o cualquier persona con la que convivimos
durante más tiempo.
A veces al asistir a charlas,
convivencias o grupos diversos he experimentado que lo principal es la calidez
en el reencuentro con los otros. Si después de un tiempo nos volvemos a ver de
un modo frío o distante, no hemos llegado a nada en las relaciones, pero si
nuestro saludo es de sincera alegría, nos sentimos bien y vemos que merece la
pena estar aquí en esta vida. Basta con el encuentro.
Y después de ese encuentro
afectuoso, no dar puñaladas por la espalda o poner “verde” a quien acabamos de
abrazar. Evidentemente.
Todo esto requiere un aprendizaje
de limpieza en el trato y de honradez dentro de nosotros mismos, que es donde
todas las conductas se originan. Ese espacio es el que tenemos que tener
vigilado, para poner en marcha en todo momento la revolución interior del amor.
Creo que las palabras de John
Wesley nos sirven para reforzar lo dicho:
“Haz todo el bien que puedas, por
todos los medios que puedas, de todas las maneras que puedas, en todos los
sitios que puedas, a todas las horas que puedas, a toda la gente que puedas,
durante todo el tiempo que puedas.”
No olvidemos que el encuentro con
otros siempre es el encuentro con el Otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario