Nada de amargura, ni de rencillas,
no da tiempo, el soplo de vida que tenemos es para amar y solo eso.
Ya sé que nos visitan malos
momentos, angustias e inseguridades, y que a veces no vamos con buenas
intenciones.
Repito, no da tiempo de
enzarzarnos en discusiones y malos rollos porque de repente estaremos al final
de la recta y diremos: cuánto me he perdido de bueno.
Tenemos poder para limpiar
nuestros espacios y nuestras células, para eliminar nerviosismos y relajar el
cuerpo hasta llegar a notar que la vida buena no nos había abandonado sino que
le habíamos puesto encima cargas pesadas.
Es como estar en una sala a
oscuras, si encendemos una pequeña luz, algo se ve, si vamos aumentando la
intensidad de la luz la sala se llena de colores. Esa luz viene a ser la
consciencia que vamos adquiriendo y la limpieza que vamos haciendo en nosotros.
Estaba todo ahí, como en la sala, pero no lo veíamos.
Necesito estar atenta para
enderezar mis caminos cuando hace falta, y quitar lo que me impide concentrarme
en lo esencial, la bondad.
Y soy optimista, no puede ser de
otra manera viendo la maravillosa creación en la que me ha sido regalado estar.
Dice Tagore: “Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una
puerta cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo
oscuro que esté el presente.” Algo maravilloso está ocurriendo ya, aunque yo no
lo pueda ver con plenitud.
Creo que la voluntad divina ha
trazado mi humilde camino y esa es mi única seguridad y mi mayor alegría.
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