Tagore: “El mismo caudal de vida
que corre, día y noche, por mis venas, corre por el mundo y danza en compás
rítmico… y siento que mi cuerpo se glorifica al contacto de este universo de
vida, y me lleno de orgullo, porque el latido de la vida de todos los siglos
danza en este instante en mi sangre.”
En este instante. En mí. Es una
gran alegría contemplar la vida así, como un big bang de energía poderosa que
se extiende a través de los siglos y del universo. A mí también me inunda y por
eso estoy en la existencia, es la que pone en movimiento mi sangre, renueva
cada día mis células y me hace buscar siempre un horizonte de luz.
Participar de la vida es la mayor
bendición, independientemente de los éxitos o fracasos personales, de los
logros conseguidos, de las lágrimas derramadas, de los tesoros acumulados o no.
Porque si estás en la vida ya lo
tienes todo. Esto es difícil de entender en nuestra sociedad, donde todo se
mide por cantidades. Es cambiar el orden de las cosas, vivir tiene que ver con
ser, no con tener. Uno no puede poseer más vida que otro.
Encontramos el sentido cuando
vamos a lo esencial: respirar y agradecer, ser conscientes, ser compasivos y
ser alegres. Cuando nos despojamos de nuestro yo egoísta y nos ponemos a servir
con entrega y delicadeza. Cuando nos hacemos pequeños y nos convertimos en
alabanza.
Señor,
esta es mi oración en este momento,
en este espacio que ocupo,
este es mi grito de reclamo
me siento un pajarillo enamorado.
Me abres los labios para alabar la vida,
para nombrarte
y acariciarte con mi palabra
que es
viento
a la vez que luz.
Me tocas las entrañas
para que brote en ellas
un rio de gratitud.
Me das un cielo
de realidad y color
donde asomarme a la vida
con alegría.
Me acunas en ternura
y en amor
para que yo pueda decir
te amo.
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