Celebrar, esa es la clave. Celebrar
que estoy a veces contenta y otras no, que los problemas vienen y también se
van, que disfruto y sufro, me emociono y también me hundo. No hay ninguna cosa
sin su contrario y todo tiene un significado. Todos los estados de ánimo y las
aparentes casualidades que nos van guiando nos quieren decir algo.
Esa es mi vida tal como sucede, de
un extremo a otro me lleva, voy zarandeada, hasta que decido que acepto las
condiciones del viaje y entonces sencillamente disfruto, porque la vida es así,
frase tan repetida. Y cuando acepto, algo se estabiliza, algo poderoso surge en
mí que me da la fuerza para no dejarme avasallar por las circunstancias. Y con
eso, ya se puede vivir.
“Siempre imaginamos que para ir
son necesarios caminos, etapas, países que cambian. Pero no es ese tu camino.
Es, simplemente, la vida. La vida que transcurre y que nos lleva en cuanto
soltamos las amarras.” (M. Delbrêl).
Solo necesitamos la vida de cada
día, unida a una espera paciente y una entrega confiada, porque sabemos que
estamos en amorosas manos.
Aprendamos a soltar amarras, a
quitar lo que nos molesta, lo que nos quita la paz. Y cuando no podamos apartar
los problemas, esperar y confiar, sin amargura ni rencor. Mirando siempre al
cielo, que es el misterio divino que se ha encarnado en nosotros y anda
mezclado con nuestra materia y nuestra sangre, haciéndola divina en cada
momento.
Estemos atentos a la divinidad que
transportamos y que se manifiesta en todo: la respiración, el latido, la mirada,
la forma de caminar.
Nuestro cielo interior es un lugar
de hondura infinita, de ternura y bondad, que también se manifiesta como sed de
amor y anhelo de eternidad.
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