miércoles, 2 de septiembre de 2015

No hay mejor oración



No hay mejor oración que amar, porque cuando “tratas de amistad”, como dice Santa Teresa, con el Ser divino que es tu esencia, no puedes estar enemistado con el mundo. Ese Ser es para nosotros la misma vida, que tenemos que encarar con idéntico trato de amistad.
Para orar sacamos agua del pozo infinito que tenemos en nosotros. Y así, bebemos y damos a beber en un mismo movimiento. Lo que nos damos a nosotros damos al mundo, no existe la frontera de nuestra piel, no hay separaciones artificiosas, ni divisiones de ningún tipo.
Nos llegan continuas invitaciones a la vida, a la libertad y a la dicha. Solo con abrir esos otros ojos y oídos que todos poseemos, nos llega una avalancha de bendiciones que estaban ahí esperando nuestra complicidad. Pero siempre pensamos que aun falta algo para nuestra realización personal, que aún no nos toca disfrutar plenamente, no nos llegamos a creer que ya lo tengamos todo.
Si tratamos con respeto y ternura a las personas, si agradecemos todo lo que está dentro de la vida, incluidos los momentos no tan buenos, si vamos siempre con buena intención, qué mejor oración podemos hacer.
Amar es la mejor oración, siempre es auténtica y sincera, renovada y creativa, haciendo nuevo lo de cada día. No hay que pensar palabras ni discursos. Nos lleva a la confianza o ausencia de temor, eso es algo que vamos aprendiendo a lo largo de la vida, pausadamente, incluso a veces con retrocesos.
También son oración la paz, la bondad y generosidad porque son reflejos de una Presencia que nos está sosteniendo en la existencia en este mismo instante y quiere que nos enteremos de que nos ama y que vivamos con alegría.
Con todo esto, hacemos oración casi sin darnos cuenta. Pero también es agradable ser conscientes de ese estar inmersos en una Realidad amorosa, que siempre nos hace la vida más apasionante, porque la miramos con profundidad y agradecimiento continuo.

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