Podemos ensuciar el aire
con nuestras palabras.
Hace tiempo escuché un
relato que decía que cada insulto era como un clavo en una madera. Incluso
cuando posteriormente se pide perdón y se saca el clavo, la señal en la madera
queda para siempre. Maltratamos, realmente, a nuestro planeta, cuando decimos
ofensas contra otras personas. Y no importa la reconciliación posterior, el mal
efecto queda.
Ensuciamos el medio
ambiente siempre que con las palabras expresamos violencia o malas intenciones
contra los demás o contra nosotros mismos. Está íntimamente relacionado, si
digo “te odio” también significa “me odio”, y viceversa.
También las palabras
tienen efectos curativos, por eso es tan trascendental lo que sale de nuestra
boca. Seamos conscientes de que podemos crear tanto atmósferas saludables como
contaminadas. Y pongamos freno a toda la basura que vomitamos por la boca cada
vez que nos enfadamos.
En Internet he visto
unos experimentos en los que diciendo palabras agradables se puede cambiar la
estructura molecular del agua. Eso se hace de cara a una gota de agua, pero no
hay que olvidar que el agua es el elemento más importante para todos los seres
vivos, nosotros estamos formados mayoritariamente por agua, casi el 90%.
Si podemos cambiar una
gota también podemos cambiar a las personas con palabras de cariño y de
confianza. Porque las palabras en positivo, curan y alteran favorablemente la
estructura de la materia. Unamos las manos formando círculos de amor para sanar
y enviar nuestros buenos deseos a todo el mundo. Creamos en la fuerza poderosa
de la unión y de la armonía.
Siempre digo que tenemos
mucho poder, ni nos podemos imaginar cuánto. Y si nos juntamos en grupo y
aunamos nuestras intenciones, más aún. De ahí la importancia de la oración
comunitaria, en la que podemos enviar abrazos solidarios y tiernos a cualquier
parte del planeta, sabiendo que llegan a su destino.
Cuidemos cualquier
palabra que sale de nuestra boca, porque todas son energía que queda flotando a
nuestro alrededor y puede construir un mundo mejor, o lo contrario.
Por ello, no vale hablar
mal de nadie. De nadie. Todos tenemos la misma dignidad, la de haber nacido
humanos formando parte de una naturaleza, mejor dicho, siendo naturaleza
nosotros mismos.
Naturaleza de vida y de
emoción. De ciclos que vuelven a comenzar una y otra vez, de magia y belleza
infinitas.
1 comentario:
¿Y tú qué sabes?
Se llama el video documental sobre el experimento del científico japonés sobre el agua. Masuru Emoto.
Precioso comentario del poder de las palabras, los pensamientos en transformar el mundo. Nosotros en cierta forma creamos el mundo
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