La vida no es lineal, da
vueltas, tiene quiebros, rupturas, atascos. En cada cambio, necesitamos un
punto de vista nuevo, para encontrar siempre la chispa que nos hace avanzar
ilusionados y agradecer siempre.
Por ejemplo, si alguien
tiene un ritmo de trabajo intenso y por enfermedad tiene que dejarlo, tiene dos
opciones, una es amargarse, la otra pensar que es para bien, que ahora
saboreará la vida de otra manera, y va a alumbrar a una persona nueva, que
llevaba dentro y no lo sabía. Porque todos tenemos muchísimas caras, múltiples
facetas.
No es fácil. Nos
aferramos a lo que hemos hecho siempre, y no somos buenos en los cambios. Nos
cuesta aceptar las nuevas situaciones. También al ir cumpliendo años, nos
cuesta asimilar las limitaciones en cuanto a fuerza física o agilidad, falta de
reflejos o de memoria. Incluso rechazamos nuestro cuerpo porque ya no es el
mismo de siempre. La prueba es que nunca nos vemos bien en las fotos, decimos
que salimos mal. Salimos tal como somos, pero no estamos conformes con nuestra
imagen, o nuestro tipo, o con cualquier parte del cuerpo.
La clave siempre es la
misma: aceptar lo que tenemos o no tenemos en cada momento, para disfrutar de
la vida tal como sucede.
Supone un grado de
sabiduría ir adaptándose a los diferentes vaivenes, acomodar el ritmo a los
acontecimientos. No quedarnos aferrados a lo anterior, porque entonces no
disfrutaremos de lo siguiente y viviremos inmersos en las inútiles quejas, que
solo son un estancamiento.
Se podría decir que
estamos atados a nuestros estilos de vida o de relacionarnos con los otros, y
nos resistimos a ser transformados, preferimos seguir con los hábitos de
siempre, porque en la vida hay mucho de rutina, de hacer siempre lo mismo.
Cuando tenemos confianza
plena sabemos que nada nos sucede que no sea para nuestro bien. Esta es la
teoría, nos la sabemos. Después están las mil y una batallas de la vida diaria,
en las que damos pasitos adelante y atrás en el terreno de la confianza: y
vamos desde la desesperación hasta la aceptación y el gozo. Es todo un programa
de vida, es nuestra peregrinación como humanos sobre este planeta.
Llevamos fuertemente
sujetas las riendas de nuestra vida, vamos tensionados para intentar mantener
lo de siempre y defendemos con uñas y dientes el papel que nosotros mismos nos
hemos asignado. Se nos ha olvidado que no dirigimos nosotros, que somos
pequeñísimas piezas en una armonía universal, y somos movidas de nuestro sitio
cada vez que hace falta.
Aceptemos, aceptemos y
aceptemos.
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