La vida interior es
una asignatura pendiente. Además es La Gran Asignatura, la más necesaria de
todas, la que está en la base de todos los temas vitales, la que está mezclada
con todo lo que hacemos, y se puede convertir en la luz que alumbra nuestra
noche.
La vida interior se
cultiva en el silencio del encuentro con uno mismo, en la atención cuidadosa a
nuestros anhelos, en la consciencia sobre cada detalle, en la búsqueda
apasionada de lo que nos mueve y nos trasciende.
La sorpresa es clave
en ese mundo interior. Porque al adentrarnos en nosotros mismos vamos
descubriendo que es un espacio inmenso, infinito, donde se respira libertad,
donde hay alegría. Está libre de los condicionamientos que nos rodean. Lo que
nos lleva a sorprendernos de lo fácil que es la vida si la miramos desde un
corazón limpio y con una mirada nueva.
Hay que tener en
cuenta que el mundo interior abarca lo de dentro y lo de fuera. Lo contrario de
la interioridad no es la exterioridad sino la superficialidad.
Somos un bloque unido
donde nuestras células y órganos están conectados con nuestras emociones e
ilusiones. No van cada uno por su lado. Son armonía siempre. Por eso si algo no
nos va bien, nos duele la cabeza, la espalda, el estómago. Y en momentos de
alegría nos olvidamos de los dolores.
Con esto quiero decir
que esa mirada lúcida y atenta sobre nuestro interior va a repercutir hasta en
nuestra misma piel. Y además nos va a dar un entendimiento profundo de nuestras
emociones y de los hilos que las mueven.
Somos un todo de
vida, armónico, unido, palpitante, nuevo siempre, porque nuestra materia no se
está quieta. Y somos lo felices que creemos serlo, también lo desdichados que
creemos serlo, porque todo brota de nuestro pensamiento, y desde ahí tenemos el
poder de cambiar las cosas.
Busquemos el
equilibrio personal en todo lo que hacemos, Eliminemos las malas caras,
sonriamos siempre: sonreír no solo relaja los músculos de la cara sino también
ensancha el corazón. Abracemos todo y a todos, el abrazo es sanador. Es lo más
beneficioso para nuestra vida, no importa que a veces nos haga parecer tontos.
Cuidemos nuestro
mundo interior para que nos brote de nuevo la ilusión y nos sintamos como niños
felices ante el gran regalo de la vida.
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