Una vida desde la fe, saberse llevado,
conducido, apoyado y amado hasta el infinito. ¿Cómo se consigue ese
convencimiento? Hay que partir de la fe, por supuesto, pero no sólo eso, hay
algo más: tienes que creerte el amor de Dios, no poner en duda su gracia, su
bendición continuada, su mirada amorosa sobre ti. Tienes que creerte que hasta
el más mínimo pestañeo tuyo le importa infinitamente a ese Alguien en quien está
depositada toda nuestra existencia.
Entonces, de modo natural, no te
angustiarás por cómo saldrá todo, porque todo irá bien, no puede ser de otro
modo. Tú pon tu mejor intención en lo que llevas a cabo, esa es tu parte.
La fe profunda nos cambia la vida, tiene
efectos maravillosos, porque nos hace capaces de ver el entramado de relaciones
que nos sostiene, y las casualidades que se suceden sin cesar con el único
objetivo de que yo esté bien y que todo me vaya bien. Eso sucede siempre pero
sólo me doy cuenta con la luz de la fe.
Vivir desde la fe para que ocurra una
revolución en mi vida, para salirme de la masa indiferente y adormilada, para
VIVIR con mayúsculas y ver cómo mi vida da un vuelco sustancial, para dar
gracias porque estoy aquí y porque amo.
No debo perder el tiempo, la vida son
tan solo unos minutos, por eso voy a situarme desde ya mismo en el terreno del
agradecimiento y la alabanza continuada y ahí quedarme hasta el final. Que la
muerte me sorprenda con mi boca pronunciando la palabra “gracias”. Eso quiero.
La vida me ha concedido todos mis deseos más profundos, éste también me lo
concederá, tengo absoluta seguridad.
Nunca dejaré mi dulce espera, cada
mañana renovaré mi ilusión, e inventaré gestos nuevos para recordarme que mi
patria es el amor, que estoy de enhorabuena con el misterio de mi existencia, que
tengo y voy a seguir teniendo todas las ayudas necesarias.
Desde la profunda fe.
Desde la ternura infinita, y el
agradecimiento sincero.
Desde la mirada asombrada y emocionada.
Desde el servicio y la voluntad de amar:
Yo me declaro enamorada de todo el
universo y de mí misma, increíble manifestación divina, y pongo mi vida al
servicio de mis hermanos y en las manos de la Madre y Padre Dios.
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