domingo, 13 de julio de 2014

Desde la fe



Una vida desde la fe, saberse llevado, conducido, apoyado y amado hasta el infinito. ¿Cómo se consigue ese convencimiento? Hay que partir de la fe, por supuesto, pero no sólo eso, hay algo más: tienes que creerte el amor de Dios, no poner en duda su gracia, su bendición continuada, su mirada amorosa sobre ti. Tienes que creerte que hasta el más mínimo pestañeo tuyo le importa infinitamente a ese Alguien en quien está depositada toda nuestra existencia.
Entonces, de modo natural, no te angustiarás por cómo saldrá todo, porque todo irá bien, no puede ser de otro modo. Tú pon tu mejor intención en lo que llevas a cabo, esa es tu parte.
La fe profunda nos cambia la vida, tiene efectos maravillosos, porque nos hace capaces de ver el entramado de relaciones que nos sostiene, y las casualidades que se suceden sin cesar con el único objetivo de que yo esté bien y que todo me vaya bien. Eso sucede siempre pero sólo me doy cuenta con la luz de la fe.
Vivir desde la fe para que ocurra una revolución en mi vida, para salirme de la masa indiferente y adormilada, para VIVIR con mayúsculas y ver cómo mi vida da un vuelco sustancial, para dar gracias porque estoy aquí y porque amo.
No debo perder el tiempo, la vida son tan solo unos minutos, por eso voy a situarme desde ya mismo en el terreno del agradecimiento y la alabanza continuada y ahí quedarme hasta el final. Que la muerte me sorprenda con mi boca pronunciando la palabra “gracias”. Eso quiero. La vida me ha concedido todos mis deseos más profundos, éste también me lo concederá, tengo absoluta seguridad.
Nunca dejaré mi dulce espera, cada mañana renovaré mi ilusión, e inventaré gestos nuevos para recordarme que mi patria es el amor, que estoy de enhorabuena con el misterio de mi existencia, que tengo y voy a seguir teniendo todas las ayudas necesarias.
Desde la profunda fe.
Desde la ternura infinita, y el agradecimiento sincero.
Desde la mirada asombrada y emocionada.
Desde el servicio y la voluntad de amar:
Yo me declaro enamorada de todo el universo y de mí misma, increíble manifestación divina, y pongo mi vida al servicio de mis hermanos y en las manos de la Madre y Padre Dios.

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