Las semillas de compasión que Dios ha
puesto en todos los corazones, crecerán dentro del nuestro, a la vez que
ayudamos a hacerlas crecer en el de los demás.
De la fuerza secreta de esas semillas,
de su misma pequeñez, sale vida nueva, salen oportunidades y encuentros que nos
forman, relaciones entrañables y lazos de amistad que nos ayudan a ser personas
y nos impulsan a ser receptivos y abiertos a nuestro universo cercano.
La fuerza de la compasión es más grande
que nosotros mismos, más fuerte que nuestras debilidades. Es esa fuerza la que
nos hace salir de nuestros egoísmos y buscar que el Otro que habita en todos
los otros se encuentre bien atendido. Es la que nos hace ser creadores de
armonía en este pequeño y precioso planeta.
Tenemos semillas de compasión en nuestro
corazón, que nos ha sembrado la misma vida, muchas están sin abrir, esperando
su momento, su clima y tierra idóneos. Porque las semillas buscan siempre terrenos
favorables llenos de luz y bondad, espacios de calma y confianza.
Algo tenemos que hacer para despertar personas
compasivas, para que la fuerza secreta de tantas semillas salga a la luz y se
haga realidad, para no cerrar el paso a esas aguas cristalinas que riegan todos
los corazones.
Dice Eckhart: “Si nos centramos en Dios, él habrá de hacer nuestras obras”. Pues
ahí está el secreto: centrarnos en el Ser Compasivo que nos concede ser
conscientes de su presencia y de su actuación en el mundo. No taponar ni cerrar
nuestro interior con preocupaciones innecesarias, con ansiedades o amarguras
que nos impiden compartir nuestra buena energía con los más necesitados.
Y tener claro que hemos venido aquí para
amar y servir, como nos repitió incansablemente nuestro Maestro Jesús.
Teniendo nuestro objetivo claro y
poniendo nuestra confianza en el Huésped que habita nuestro corazón, el camino
se vuelve fácil, porque sabemos que vamos a contar con todas las ayudas
necesarias, porque no estamos solos en esta tarea, y porque las semillas ya
están plantadas y “la tierra produce por sí misma”, no importa si estamos
dormidos o despistados, nuestro Buen Espíritu siempre actúa.
Los corazones compasivos ya están en
marcha, y a ellos se unirán otros. Son como un ejército de soldados que
preparan guerras contra la ignorancia y la injusticia, que levantan caminos y
puentes de unión entre las personas y que no pueden dejar de soñar. En la
construcción del nuevo mundo tienden su mano a los más necesitados y con ellos
caminan.
Cada corazón compasivo, cada guerrero,
cuenta con la promesa divina: “Te llenaré
de espíritu de bondad y de oración. Se abrirá un manantial en tus entrañas”. Que
de ese manantial saquemos la fuerza para caminar, amar y servir.
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