domingo, 4 de mayo de 2014

Semillas de compasión



Las semillas de compasión que Dios ha puesto en todos los corazones, crecerán dentro del nuestro, a la vez que ayudamos a hacerlas crecer en el de los demás.
De la fuerza secreta de esas semillas, de su misma pequeñez, sale vida nueva, salen oportunidades y encuentros que nos forman, relaciones entrañables y lazos de amistad que nos ayudan a ser personas y nos impulsan a ser receptivos y abiertos a nuestro universo cercano.
La fuerza de la compasión es más grande que nosotros mismos, más fuerte que nuestras debilidades. Es esa fuerza la que nos hace salir de nuestros egoísmos y buscar que el Otro que habita en todos los otros se encuentre bien atendido. Es la que nos hace ser creadores de armonía en este pequeño y precioso planeta.
Tenemos semillas de compasión en nuestro corazón, que nos ha sembrado la misma vida, muchas están sin abrir, esperando su momento, su clima y tierra idóneos. Porque las semillas buscan siempre terrenos favorables llenos de luz y bondad, espacios de calma y confianza.
Algo tenemos que hacer para despertar personas compasivas, para que la fuerza secreta de tantas semillas salga a la luz y se haga realidad, para no cerrar el paso a esas aguas cristalinas que riegan todos los corazones.
Dice Eckhart: “Si nos centramos en Dios, él habrá de hacer nuestras obras”. Pues ahí está el secreto: centrarnos en el Ser Compasivo que nos concede ser conscientes de su presencia y de su actuación en el mundo. No taponar ni cerrar nuestro interior con preocupaciones innecesarias, con ansiedades o amarguras que nos impiden compartir nuestra buena energía con los más necesitados.
Y tener claro que hemos venido aquí para amar y servir, como nos repitió incansablemente nuestro Maestro Jesús.
Teniendo nuestro objetivo claro y poniendo nuestra confianza en el Huésped que habita nuestro corazón, el camino se vuelve fácil, porque sabemos que vamos a contar con todas las ayudas necesarias, porque no estamos solos en esta tarea, y porque las semillas ya están plantadas y “la tierra produce por sí misma”, no importa si estamos dormidos o despistados, nuestro Buen Espíritu siempre actúa.
Los corazones compasivos ya están en marcha, y a ellos se unirán otros. Son como un ejército de soldados que preparan guerras contra la ignorancia y la injusticia, que levantan caminos y puentes de unión entre las personas y que no pueden dejar de soñar. En la construcción del nuevo mundo tienden su mano a los más necesitados y con ellos caminan.
Cada corazón compasivo, cada guerrero, cuenta con la promesa divina: “Te llenaré de espíritu de bondad y de oración. Se abrirá un manantial en tus entrañas”. Que de ese manantial saquemos la fuerza para caminar, amar y servir.  

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