Hablamos unos a otros de parte de Dios. Somos profetas. Cuando en la
Biblia dice innumerables veces que Dios les habló, se refiere a través de las
personas, de los acontecimientos. No sucede que siglos atrás hablase y ahora
esté callado.
El mandato: “Habla en mi nombre”, es para cada uno de nosotros. Con
nuestros labios y nuestro corazón comunicamos buena energía y buenas
intenciones, con eso ya hablamos en nombre de la Bondad que nos guía. Y sobre
todo, con el día a día de nuestras actividades podemos transmitir un mensaje de
entrega, de amor, de confianza.
Nuestro barro, los huesos secos que dice Ezequiel, toma vida con el
aliento del espíritu divino, que lo llena de esperanza y lo conduce a su tierra
verdadera.
También se podría escribir una biblia del siglo presente, en el que
aparecerían nuestras batallas diarias junto con nuestra decisión de caminar
hacia la luz. Seguro que son las mismas batallas, los mismos aciertos o errores,
las mismas incógnitas que ocurrieron hace dos o tres mil años.
Nuestra historia sagrada personal se repite a través de todos los
tiempos y en todos los seres humanos.
También para nosotros son profetas todos los que nos rodean y nos hablan
con su misma vida. Porque todos andamos guiados por ese Espíritu que está
empeñado en abrirnos los ojos, en que gocemos con la noticia del amor infinito
que impregna nuestros huesos secos.
Yo también soy profeta, porque Dios ha tomado mi corazón y se manifiesta
en todo lo que soy y lo que hago. Soy consciente de ello, y ésa es mi alegría.
Cuando la historia sagrada universal esté completada, nuestros pasos
estarán grabados junto a los de Abraham, Isaías, Ezequiel, junto a todos nuestros
contemporáneos y los que vendrán después de nosotros.
Nadie es más, nadie es menos, todos somos depositarios de la gracia
divina, llevamos el sello de nuestro creador en nuestra naturaleza. Ésa es
nuestra grandeza.
Hay ejemplos extraordinarios de personas actuales y de otros tiempos,
también está el testimonio de nuestro corazón ilusionado y de nuestra búsqueda
que ya es un encuentro.
No nos desanimemos ante las dificultades, que vienen y siempre vendrán,
ante los acontecimientos que parece que se tuercen, las cosas que parece que no
van bien. Confiemos, confiemos y confiemos.
No hay otro secreto para vivir plenamente, porque la confianza nos da la
libertad que necesitamos para ser admiradores de nuestro universo y
colaboradores de nuestro Creador.
2 comentarios:
Como siempre, precioso. Con que facilidad simplemente dices: CONFIEMOS. Sin vendas ni dificultades, CONFIEMOS.
Gracias mamá por tus palabras de vida.
TE QUIERO.
No puedo leer dos seguidas porque me desbordas, hormiguita.
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