El Papa Francisco dice que “necesitamos crear espacios motivadores y
sanadores, lugares donde regenerar la fe en Jesús”.
Espacios de ilusión, entrega y generoso
servicio, donde dar gratis lo que hemos recibido gratis. Para ello conviene
retomar el mensaje de vida de Jesús. Volver a ilusionarnos con sus palabras, y enamorarnos
de su vida.
Los que sentimos esa inquietud tenemos que
ponernos en marcha en el mismo sitio en el que estamos, para ser contrapeso de las
preocupaciones, ansiedades y amarguras, que ya hay demasiadas.
Estar vigilantes y atentos, porque somos
guardianes de los tesoros que transportamos en nuestro interior, y con nuestra misma
vida somos mensajeros de la buena noticia de la vida de Jesús. Como dice el
Cardenal Van Thuan: “el único evangelio
que leen los no creyentes es la vida de los cristianos”.
Es fundamental nuestro testimonio. Elegir lo
que nos conviene: lo que saca lo mejor de nosotros mismos, lo que nos pone al
servicio desinteresado de los que están más necesitados, y nos lleva a la paz y
la alegría.
Se trata de encontrar en nosotros y en los
demás esa imagen divina que todos trasportarnos, y para eso conviene asomarnos
a los evangelios y ver qué nos dice Jesús. Él nos guía para que no seamos como
las ovejas sin pastor, que no saben adónde dirigirse. Nos instruye porque ve
que no entendemos ni comprendemos, “tenéis ojos y no veis, y oídos y no oís”.
Y nos repite incansablemente que no tengamos
miedo, porque nos conoce, sabe de nuestra debilidad. “Cree solamente. Para el que cree todo es posible”.
Jesús nos hace fácil el camino, nos llega al
corazón, y viene a sacar lo mejor de nosotros mismos.
Hay que desempolvar los libros sagrados y
cuando leemos los evangelios “volver a poner en marcha los versículos quietos y
paralíticos con el ritmo de nuestro corazón”, como dice León Felipe. Recuperar
los mensajes a nosotros destinados y prestar el latido de nuestra escucha y entrega
a esos textos escritos hace tantos años.
Y con el corazón agradecido ponernos en marcha,
Nuestra buena energía tiene que inundar la tierra, abrazar a los hermanos
necesitados, consolar a los amigos desanimados, poner bondad y buen hacer en
todos nuestros proyectos, luchar por un mundo más justo.
Y cuando hayamos peleado la batalla de cada
día, tener claro que todos los impulsos para hacer el bien son prestados y que “no hicimos más que cumplir con nuestra
obligación”. (Lc 17,10)
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