A veces perdemos la conexión con
nosotros mismos. Suele pasar cuando estamos todo el día rodeados de gente, en
el trabajo, en la familia, o en todas las situaciones en que solemos estar de
cara a los demás. Pero necesitamos momentos de estar en silencio, con nosotros
mismos, en calma, sin planes, incluso sin recuerdos, respirando y saboreando el
solo vivir.
Es muy relajante hacer esto. Es como
tomar un tranquilizante, pero mucho mejor porque estamos plenamente
conscientes, en cambio con un medicamento estamos adormilados.
Tener amistades, o relaciones sociales,
es bueno, sin duda. Pero sin dejar nunca de lado los paréntesis de calma, donde
desconectamos de todos los ruidos para retomar el pulso de nuestro latido y
renovar paz.
Porque hacer vida social nos lleva a
esforzarnos por aparentar, por parecer más, por caer bien, por estar “a la
última”, “por ser enrollados”. En resumen, es un esfuerzo. Para mí es así.
Tampoco podemos estar todo el día
desconectados de nuestro entorno, recluidos, porque la vida hay que vivirla en
todos los terrenos, en lo social, familiar, laboral, en los descansos y en la soledad.
Necesitamos esos momentos de
desconexión, que estén distribuidos a lo largo de la jornada o en algún momento
concreto.
Yo, personalmente, encuentro mi momento
perfecto al amanecer, le robo horas a la noche, me levanto de madrugada, ahí me
sitúo en búsqueda, en alabanza y reconocimiento, en oración. Es un tiempo que
necesito, al que me he habituado, y que me sienta bien. En el que leo, medito,
escribo, disfruto en lo más íntimo, y cargo mis depósitos de energía para toda
la jornada.
Después, a lo largo del día, también
encuentro muchos momentos para ser consciente de la grandeza de la vida, y para
agradecer.
Otros prefieren el momento de ir a
acostarse, hacer un balance de lo que ha ocurrido a lo largo del día y buscar
motivos de gratitud.
Reflexionar sobre el regalo de la vida
es un don y es una alegría. Porque es estar en conexión con nosotros mismos y
con la fuente de la que manamos, y también significa dar importancia a lo que es
importante, y no perdernos en todo lo que distrae nuestra mente y nos hace
perder de vista el gozo auténtico de vivir.
Por eso, preparemos momentos de conexión
a lo largo de la jornada, donde recuperemos el vínculo mágico que nos une a la
otra orilla de la vida.
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