domingo, 2 de marzo de 2014

Tu tiempo para Dios


Hay un precioso video en youtube que se titula así: “Tu tiempo para Dios”. Ese tiempo se representa en forma de una torta grande que la persona va haciendo trozos y repartiendo entre diversos comensales que están sentados a la mesa, y que representan: casa, negocios, pasatiempos, vida social, educación (recibe unas migajas de tiempo), uno mismo. Se da la circunstancia de que en la misma mesa está sentado Dios, que es quien ha traído la torta, pero su plato está vacío, a él no le toca ningún trozo de tiempo.

Los que están sentados a la mesa, al principio miran el plato vacío de Dios que es el que les ha regalado el tiempo, y les da un poco de vergüenza comer su trozo, pero poco a poco se olvidan totalmente de él y comen alegremente.

Yo soy de las que creen que Dios está plenamente en todos nuestros asuntos, pero también es verdad que hay que encontrar un tiempo solo para él. Como cuando se reúnen dos enamorados, para decirse cosas al oído, corazón a corazón, para contarse intimidades y confidencias únicas.

Un tiempo para ver más allá de lo que nos sucede, para rastrear su presencia, para agradecer y reponer fuerzas. Un trozo de tiempo cada día, privilegiado y necesario. Y ese trozo no debe ser el más pequeño, sino grande, pausado, sin prisas. Puede ser por la noche, o en la madrugada, cada uno que busque su momento de mayor concentración. No podemos ser rácanos a la hora de dar nuestro tiempo al que es nuestro dador, a quien lo ha puesto en nuestras manos.

Si le hacemos un hueco grande en nuestros horarios, le estaremos dando la importancia que se merece y además iremos siendo conscientes de su presencia durante las 24 horas de cada día.

Si el plato con el tiempo para Dios es el más grande, vamos por buen camino, si se está vaciando, es que algo nos falla, es que nos hemos puesto una venda ante los ojos, nos hemos olvidado de lo esencial de nuestra vida, y todas las superficialidades han tomado el mando para llevarnos a ninguna parte.

El barómetro por el que nos daremos cuenta que nuestra vida está bien orientada y el tiempo armoniosamente repartido es que seremos más felices. No hay mejor medida que la paz del corazón. Es fácil averiguarlo, sabemos perfectamente cuándo tenemos paz y cuándo nos hemos alejado de ella.

Para ello debemos aprovechar ese regalo que hemos recibido, que es nuestro tiempo, dejar un buen espacio para quien nos lo ha dado y ver su intención amorosa en lo cotidiano, en lo que sucede a lo largo del día.

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