miércoles, 5 de marzo de 2014

En misión


La paz y la alegría no están en la cabeza sino en el corazón. O en el vientre (hara) como dicen los japoneses.

La cabeza es una parte importante de la persona, pero el corazón abarca la totalidad del ser, no solo lo que se piensa o se habla.

Aunque las noticias del mundo parezcan indicar lo contrario, es la armonía y la ternura la que dirige el mundo y la que mueve los corazones humanos.

Si alguien no ha recibido amor, no sabrá dar amor, y será siempre un ser incompleto, déspota, problemático.

Por eso es importantísimo que tengamos gestos de afecto con los que nos rodean, para que todos lleguemos a ser personas humanas plenas, que no nos quedemos a mitad camino.

Pongámonos al servicio de esa tarea, seamos soldados de lo bueno, para que en nuestro entorno más cercano no falte ese calorcito de cariño con el que se elabora la vida y con el que nos sentimos bien.

Hay gente que cruza continentes para ponerse al servicio de la causa de la bondad y de la entrega, nosotros nos quedamos en casa o en nuestro enclave familiar, laboral, social, de toda la vida, y ahí es donde contribuimos a la paz del universo. Igual de trascendente es la misión de irse como la de quedarse, lo importante es darse cuenta que todos estamos en misión.

Todos hemos sido enviados aquí para hacer un mundo entrañable y humano.

En nosotros mismos, desde que nacemos, tenemos un encargo, el de contribuir a la armonía de nuestro universo.

Todo tiende a su realización, la hoja tiende a ser hoja, el día a ser día, el sol a ser sol, el hombre y la mujer, tienden a ser amor en acción. Y ahí nos situamos nosotros, más o menos conscientemente, en el vaivén de esa fuerza que es más grande que nosotros y nos lleva a realizarnos, y eso nos hace estar en búsqueda permanente.

Qué bonito pensar que aquí estamos para algo, y no por casualidad, como algunos creen. Qué maravilla sentir que tenemos una misión, un encargo. Cuando somos conscientes de esto, entonces cogemos las riendas de los acontecimientos, llevamos personalmente nuestro timón porque tenemos un puerto adonde llegar.

Alguien nos da el primer impulso, nos guía, nos espera. Y nos dedicamos a ser caminantes conscientes de nuestros pasos. Esa decisión, ya es mucho.

En misión de sacar al mundo de la indiferencia y la apatía, de resaltar la belleza que es nuestro faro interior.

En misión de estar presente y usar de nuestros dones en cualquier situación, en todos los encuentros.

En misión de ser felices y contagiar felicidad.

No hay comentarios:

Nuestra esencia

  Formamos parte de la única energía que existe, por tanto nos comunicamos en todo momento algo luminoso. Con nuestra sola presencia enviamo...