Con todo lo que
decimos, nos decimos a nosotros mismos. Por eso las palabras son tan
importantes.
Nuestras palabras
pueden ir cargadas de veneno, también pueden estar huecas de sentido, vacías de
vida. Por el contrario pueden ser anuncio de esperanza y signo de amistad,
Tendríamos que tener
mucho cuidado con todo lo que decimos porque todo se queda en el aire,
enrareciendo o armonizando. Nuestras palabras somos nosotros mismos.
Soy buscadora de
palabras que dan vida, ayudan a poner en marcha y pueden mover corazones y
montañas. Esas palabras que están flotando en el aire, algunas han quedado
impresas en los libros, otras me miran en las miradas o en los labios, o me
saludan desde el horizonte.
La vida es una
palabra pronunciada que se manifiesta en todas las criaturas.
El lenguaje humano es
fundamental para ampliar nuestra conciencia y profundizar en todas las
situaciones, para gozar y dar gracias. También puede ser para hacernos daño.
Sí, las palabras también duelen, y mucho.
Con el lenguaje
decimos nuestro interior, volcamos intimidades, hablamos de cómo somos, aunque
no sea ese nuestro propósito. Aunque estemos hablando de otro tema.
Si enriquecemos
nuestro interior se notará en nuestras palabras, pero también si cuidamos
nuestra expresión hablada repercutirá en nuestro interior. Todos los caminos
son buenos para llegar a nuestra armonía.
Cuando no vamos a
hablar para decir algo constructivo, mejor cerrar la boca, se evitarán muchos
problemas. Si hablamos que sea para dejar en buen lugar a quien no está
presente en ese momento. Esta es la regla número uno de la convivencia pacífica.
Las palabras son
tesoros, pero la verborrea sin sentido no sirve, porque a veces hablamos
demasiado y las palabras no dicen nada.
Estamos íntimamente
relacionados con el lenguaje, somos palabra pronunciada, habitamos en el Verbo.
Las palabras se
dicen, se escriben, se piensan, se sienten, se rezan, se aman, conforman lo que
somos. Son instrumentos y son caminos.
Nos decimos a
nosotros mismos mediante las palabras, y de modo más o menos consciente,
decimos lo más sagrado que nos habita. Con palabras podemos contagiar ilusión y
confianza. Cuidemos nuestro interior y nuestro lenguaje, ambos tan
relacionados.
Que nuestros labios
siempre hablen de la bondad de nuestro corazón. “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12,34).
1 comentario:
Las palabras no se han hecho para sustituir al silencio, sino para completarlo y acabarlo. Solamente deberíamos decir lo que el silencio no puede expresar mejor.
Animo porque tus palabras contienen sabiduría y corazón. JMS
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