domingo, 23 de febrero de 2014

Nos decimos a nosotros mismos


Con todo lo que decimos, nos decimos a nosotros mismos. Por eso las palabras son tan importantes.

Nuestras palabras pueden ir cargadas de veneno, también pueden estar huecas de sentido, vacías de vida. Por el contrario pueden ser anuncio de esperanza y signo de amistad,

Tendríamos que tener mucho cuidado con todo lo que decimos porque todo se queda en el aire, enrareciendo o armonizando. Nuestras palabras somos nosotros mismos.

Soy buscadora de palabras que dan vida, ayudan a poner en marcha y pueden mover corazones y montañas. Esas palabras que están flotando en el aire, algunas han quedado impresas en los libros, otras me miran en las miradas o en los labios, o me saludan desde el horizonte.

La vida es una palabra pronunciada que se manifiesta en todas las criaturas.

El lenguaje humano es fundamental para ampliar nuestra conciencia y profundizar en todas las situaciones, para gozar y dar gracias. También puede ser para hacernos daño. Sí, las palabras también duelen, y mucho.

Con el lenguaje decimos nuestro interior, volcamos intimidades, hablamos de cómo somos, aunque no sea ese nuestro propósito. Aunque estemos hablando de otro tema.

Si enriquecemos nuestro interior se notará en nuestras palabras, pero también si cuidamos nuestra expresión hablada repercutirá en nuestro interior. Todos los caminos son buenos para llegar a nuestra armonía.

Cuando no vamos a hablar para decir algo constructivo, mejor cerrar la boca, se evitarán muchos problemas. Si hablamos que sea para dejar en buen lugar a quien no está presente en ese momento. Esta es la regla número uno de la convivencia pacífica.

Las palabras son tesoros, pero la verborrea sin sentido no sirve, porque a veces hablamos demasiado y las palabras no dicen nada.

Estamos íntimamente relacionados con el lenguaje, somos palabra pronunciada, habitamos en el Verbo.

Las palabras se dicen, se escriben, se piensan, se sienten, se rezan, se aman, conforman lo que somos. Son instrumentos y son caminos.

Nos decimos a nosotros mismos mediante las palabras, y de modo más o menos consciente, decimos lo más sagrado que nos habita. Con palabras podemos contagiar ilusión y confianza. Cuidemos nuestro interior y nuestro lenguaje, ambos tan relacionados.

Que nuestros labios siempre hablen de la bondad de nuestro corazón. “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12,34).

1 comentario:

JMS dijo...

Las palabras no se han hecho para sustituir al silencio, sino para completarlo y acabarlo. Solamente deberíamos decir lo que el silencio no puede expresar mejor.
Animo porque tus palabras contienen sabiduría y corazón. JMS

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