“Mis
ojos están puestos en ti, yo te daré instrucciones, te daré consejos, te
enseñaré el camino que debes seguir”. (Sal
31).
Siempre echo mano de la imagen amorosa
de un padre o una madre con su bebé. Y es que no hay nada que lo exprese mejor.
Estamos dentro de su mirada, no
podríamos existir sin ella, vivimos porque nos mira desde toda la eternidad, al
mirarnos nos da la vida. Nos mira con ojos tiernos y compasivos, no tiene
otros.
Desde nuestro nacimiento vamos cargados
de tesoros, y lo ignoramos. Y el mayor de los tesoros es saber que la sabiduría
infinita nos ha mirado y nos ha visto bien, aptos para la vida.
Dice José Arregi: “Dios es aquel que ratifica nuestro ser y nos confirma. Aunque yo sea
un asesino. Dios confía en nosotros. Dios cree en nosotros. Dios es el amén
incondicional a nuestro ser. Dios es el testigo del hombre, y quizá no existe
un apelativo más bello para Dios. Es bueno y liberador, es sanador, creer en
ese Dios”.
Revisemos nuestras creencias. Quitemos
lastre al corazón. Apartemos a un lado lo que no nos deja vivir en positivo, en
esperanza y bondad. No importa la situación que vives sino la actitud con que
te levantas por la mañana y enfrentas todo lo que va sucediendo.
Ya sé que a veces es muy difícil vivir,
porque hay problemas reales que impiden el equilibrio personal. En esos
momentos es fácil hundirse en el temor y la desesperación. Pero es inmenso el
poder de la confianza: tenemos que confiar en la misma vida que nos ha dejado
un hueco en ella, y que no nos deja desasistidos nunca.
Si no confiamos estamos perdidos y
desorientados, y aunque parezca que vivimos, estamos muertos.
Acompañemos en el dolor y el sufrimiento
a nuestros hermanos necesitados, que nuestra mano esté tendida a las personas
más cercanas que pasan por dificultades o a los que se sienten solos. Puede ser
que junto a nosotros haya personas ancianas, o que viven en soledad, y sienten
en sus carnes el desamor y la indiferencia de la sociedad o de su misma
familia. Tenemos mucho que hacer para llevarles nuestra ayuda y ponernos a su servicio.
Estamos interconectados y no podemos
“pasar” de lo que sucede a nuestro alrededor.
Alguien nos está enseñando el camino, y
nos da consejos, instrucciones, indicaciones, por boca de cualquiera que se acerca
a nosotros. Tengamos el corazón atento para poder verle en todo.
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