Dice Joachim Jeremias: “El pan ofrecido por Jesús cuando se sentaba
a la mesa con publicanos y pecadores, era pan de cada día y algo más: pan de
vida. Cada comida de sus discípulos con él era una comida ordinaria y algo más:
banquete de salvación”.
Ese “algo más” se puede hacer extensivo
a cuanto somos, hacemos, tocamos. En cada situación, en cada encuentro, en cada
paso concreto hay algo más, que es lo que da el definitivo significado a todo.
Nuestros sentidos son limitados, no lo
vemos todo, solo escuchamos un poco, sentimos pobremente, saboreamos con
cuentagotas. Así es el ser humano.
Cada persona, cada momento, cada avance
o retroceso representa lo que se ve y algo más. Se trata de añadir una visión
trascendente a todo lo que va sucediendo, a los paisajes que nos acompañan, a
la comida que nos alimenta, a la casualidad de cada encuentro.
Si no vemos ese “algo más” nos quedamos
a mitad trayecto, porque nos falta el sentido, la trascendencia, la sorpresa,
el gozo verdadero.
Pero nuestra sociedad no nos facilita
ese encuentro con lo que nos trasciende, somos nosotros los que nos ponemos en
marcha guiados por nuestro corazón, a veces en solitario, y nos convertimos en buscadores
apasionados del sentido de la vida.
Aquel que nos ha creado se pone en
contacto con nosotros en cada momento, si lo vemos, entonces nuestra mirada se
vuelve agradecida, asombrada, sabia. Y podemos saborear ese encuentro.
Cuando abro los ojos por la mañana, es
un nuevo día y es algo más. Cuando los paisajes me envían su belleza, es la
naturaleza que es mi aliada, y también algo más.
En todo, todo, cuanto me sucede hay algo
más. Y yo vivo para descubrirlo, para no desaprovechar momentos, ambientar mi
corazón y estar atenta a los mensajes que se suceden, y por supuesto, a quien
me los envía.
Se trata de ver el milagro continuado
que es nuestra vida para no quedarnos en el cuarto oscuro de la indiferencia.
Se trata de descubrir lo importante y no quedarnos en la superficie.
Dice Tukaram estas bellísimas palabras: “Entré en el océano de la experiencia
mundana para salir danzando en la otra orilla”. Son palabras diferentes
para ir al mismo sitio.
Nuestros sentidos son nuestro anclaje en
el mundo, y son algo más porque a
través de ellos tenemos acceso a lo único decisivo: conocer al ser que nos crea
y nos mantiene en la vida por amor.
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