domingo, 26 de enero de 2014

Él es mi pastor


El Señor es mi pastor, nada me falta, me conduce hacia la fuente del agua que da la vida, me cuida y protege. Día tras día repara mis fuerzas, me empapa de su gracia, penetra en mi materia, me sostiene y bendice mis acciones, porque me quiere.

Cuando le doy mi mano, me hace ser consciente del lugar que me ha concedido en la creación, y me hace recostar en las praderas infinitas de su corazón enamorado. Eso me salva de todos los peligros, me quita todos los miedos.

Él me guía. En las alegrías y las tristezas, en las dificultades y en los días soleados, en las horas bajas, en los éxitos, en mi día a día de luces y sombras. Cuando siento su vara y su cayado que me conducen a través de la oscuridad de la vida, mi latido se vuelve tranquilo y confiado, y nada temo, porque solo saber que él está al mando me llena de confianza.

Prepara una mesa para mí, un banquete de armonía y unión, una fiesta, para celebrar la victoria sobre esos enemigos que me amenazan por dentro: la desconfianza, la autosuficiencia, el orgullo, el rencor, también la indiferencia.

Para ello derrama sobre mí instantes perfumados de belleza infinita, abrazos hondos y gestos emocionados que saben a cielo.

Mi corazón rebosa de vida, tan lleno está que se me van saliendo por los poros gotas de esa esencia preciosa y mágica que es mi motor y es la energía que todo lo mueve, todo lo impulsa y lo sostiene en su bondad. Y con esas gotas contagio al mundo, creo lazos de compasión y afecto, necesarios para sentirnos personas de verdad.

Todos los días de mi vida me acompaña, y me dice que me ama, por eso gritaré: ¡vivo y viviré por siempre en su amor! 

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