miércoles, 15 de enero de 2014

A Dios nos lo inventamos


“La búsqueda interior y la oración tendría que tener como primer objetivo el de ponerse a la escucha de una palabra que cuestione y vaya modificando progresivamente nuestro propio invento sobre Dios”. (C. Domínguez Morano).

Estamos atrapados en nuestras propias historias, en nuestros relatos y pensamientos, cultura y relaciones interpersonales. Estamos aprisionados por tantas y tantas ataduras.

Cuando decimos “creo en Dios” no estamos diciendo nada si no va acompañado de una transformación interior y un cuestionamiento profundo de nuestra vida.

“Creo en Dios” no significa nada, tampoco significa nada: “no creo en Dios”, porque a Dios nos lo inventamos. Y puede darse la paradoja de que el que diga “no creo” sea más creyente que el que diga “creo”.

Dios es un modelo-prototipo que nos lo dan envasado de una determinada manera aquí. Unos cuantos miles de kilómetros más hacia la derecha, lo dan envasado de una manera diferente. Y más a la izquierda de otra forma totalmente distinta. Y si nos remontamos cientos o miles de años atrás en el tiempo, también encontraremos formas diferentes de divinidad.

O sea, que es un invento de los hombres y mujeres que peregrinan en esta tierra. Esto puede sonar irrespetuoso pero estoy convencida de que tenemos que hacer tambalear los barrotes que aprisionan nuestras creencias, para hacer que nuestro corazón se encuentre cara a cara con el misterio que le habita.

Ese que llega hasta nosotros bajo los nombres de Padre, Buda, Gran Espíritu, Conciencia Transpersonal, Realidad, Vacío, porque necesitamos algunas etiquetas para poder atraparlo en nuestra conciencia. Siempre tratamos de tener seguridades.

Tenemos que ir más allá de los esquemas y de las invenciones de los hombres. Creer significa tener una actitud abierta y de diálogo, con nosotros y con los demás. Significa estar desnudos de certezas y sentirnos dentro de algo que nos toca el corazón y nos llama por nuestro nombre. Conviene seguir las indicaciones de los grandes hombres santos que han respirado el mismo aire que nosotros.

El primero, para los cristianos, Jesús, gran revolucionario, gran loco, grande en alegría y en humildad, gran modelo para todos, gran amigo que se ha quedado a nuestro lado. El cristianismo es un encuentro.

Lo que importa es la alegría de ese encuentro interior, no las palabras, que a veces estropean las cosas. Sentir está en primer lugar. Y si sentimos, todos nuestros pasos y también nuestros ritos, estarán llenos.

El camino que nos indica Jesús es bien sencillo, solo dice: “Ama”, siempre, en cualquier circunstancia y a cualquier persona. El amor es lo que nos da sentido, y nos une a nuestra fuente.

La creencia si no está acompañada de una actitud amorosa, está vacía de sentido.

Lo decisivo no es creer o no creer, lo decisivo es amar.

No hay comentarios:

Nuestra esencia

  Formamos parte de la única energía que existe, por tanto nos comunicamos en todo momento algo luminoso. Con nuestra sola presencia enviamo...