miércoles, 4 de diciembre de 2013

Un puente sobre el abismo


Cuando camino sobre el abismo del no saber, no siempre me salen alas, a veces también me estrello.

Porque no entiendo la vida. No entiendo el porqué, el para qué, ni el cómo, ni cuándo, ni dónde. Cada vez comprendo menos, me pierdo en frases y palabras. Se me escapa la esencia, se me difumina el sentido.

Porque no siempre estoy a tope de consciencia y los días se suceden estando inmersa en la ignorancia. No sé exactamente qué busco ni qué quiero. Cada día es un volver a empezar y parece que no me haya aprendido ni la primera lección del libro de la vida.

Busco respuestas en los libros, en las frases, en las grandes personas. Busco compulsivamente, sin descanso.

Pero es un aprendizaje en el que cada vez sé menos. En un sistema de calificaciones no se corresponde lo que estudio con mis resultados.

Al final, solo me queda el grito: ¿dónde estás? ¿dónde te encuentras?

La vida es un aprendizaje de aproximación a uno mismo, a nuestros abismos interiores.

El resumen de lo aprendido cabe en dos líneas: Vive, con lo que te toca en suerte. Tu circunstancia ha sido elegida para ti. No otra. Y ahí, ama.

Va a ser que somos unos completos ignorantes, que la sabiduría no está al alcance de los humanos y que solo nos cabe confiar en el Ser Divino.

Cuentan que en una aldea el río se desbordó pero la inundación se detuvo milagrosamente a la entrada del poblado. El gran sacerdote agradeció a Dios el milagro. Este le contestó que lo había hecho gracias a la plegaria de Samuel. El gran sacerdote se extrañó porque Samuel era el tonto del pueblo. Fue a él y le preguntó qué oración había dicho. Aquel le contestó que como no sabía qué decir le había recitado el abecedario y le había dicho que ordenase las letras como quisiera para formar una plegaria para pedir protección para el pueblo.

A veces vamos demasiado arrogantes por la vida, como si poseyéramos el secreto del universo, pero que nadie se ofenda si digo que todos somos “tontos del pueblo” en estos asuntos.

Reconozco que cada vez me siento más frágil y esa fragilidad me lleva a anhelar sin descanso la Sabiduría que todo lo sostiene, la Fuente que mana inagotable y alimenta los corazones.

Y esa Sabiduría amiga es la que me ha tendido un puente para caminar sobre mis abismos, es el de la confianza. Desde ahí expreso mi alabanza y gratitud.

No hay comentarios:

Nuestra esencia

  Formamos parte de la única energía que existe, por tanto nos comunicamos en todo momento algo luminoso. Con nuestra sola presencia enviamo...