domingo, 1 de diciembre de 2013

El Reino


El Reino es la idea central del mensaje de Jesús, la repite una y otra vez.

Se puede semejar a un camino de limpieza interior para acceder a eso que ya poseemos en nosotros mismos, “ya está presente”. Se trata de un espacio de bondad preparado para que lo utilicemos y lo manifestemos a los demás.

Es el plan eterno grabado en nuestros corazones. No tenemos que crearlo nosotros, no está a expensas de nuestra voluntad porque la presencia divina en nosotros se nos da desde toda la eternidad, y se materializa en el nacimiento.

No solo estamos llamados a descubrir ese Reino en nosotros sino también a que en el mundo se den las condiciones para que todos los corazones humanos puedan acceder a él.

Por eso el Reino nos lleva a emprender batallas en favor de la justicia, la igualdad, los derechos básicos de las personas. A reforzar día a día nuestra hospitalidad y ternura. A ser solidarios y trabajar por la paz.

El Reino nos hace hermanos auténticos, hijos y padres universales. Nos hace familia porque somos depositarios de la misma semilla divina. Conocemos lo que pasa en los otros corazones porque llevan la misma huella que nosotros, y el mismo mandato.

El Reino tiene dos vertientes: personal y comunitaria. Pero a veces nos olvidamos de un detalle esencial, que el Reino se basta a sí mismo, crece por sí mismo, aunque nosotros estemos despistados, el Reino triunfa. Porque no depende de nosotros.

Nosotros podemos colaborar con fe y entusiasmo. Podemos ponernos a su servicio, y eso ya es un gran regalo.

Se ve bien claro en esa parábola que dice: el Reino se parece a esa semilla que nace y crece aunque el sembrador esté dormido, porque la tierra produce por sí misma.

No depende de nosotros pero ha querido que participemos de algún modo, haciendo brotar de la tierra peregrinos que somos caminantes enamorados, y atándonos con poderosa atracción a su mágica luz.

Es un Reino de paz y justicia, como dice la canción, de gracia y amor. Nosotros lo llevamos allá donde vamos, en nuestra persona, y nuestra meta es estar a su servicio con todos los sentidos y hasta el último aliento.

Ensancha la vida saber que somos servidores de algo muy grande, muy hondo, totalmente apasionante, de una belleza increíble, y una bondad avasalladora: es el Reino.

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