¿Qué haremos para llegar al portal?
Hay una canción de Ain Karem que dice:
“Escucha lo que el Señor te pide, es tan solo que practiques la justicia, es
tan solo que ames con ternura, es tan solo que camines humildemente con tu
Dios”.
Practicar la justicia: Es justo que
todos tengamos lo necesario, alimentos, vivienda, médico, educación, vida
digna.
Mi opinión es que cada uno debemos ser
ongs con piernas, no esperar a estar en una organización para colaborar sino
ser conscientes de nuestro estar en el mundo para servir a cualquier hermano
necesitado. Tener los ojos bien abiertos ante las necesidades, y compartir lo
que se nos ha concedido.
Que ames con ternura. Este es el punto
clave, el amor compasivo, entrañable, sin condiciones, a todos. Si sientes
compasión, siempre perdonas, aceptas, disculpas, animas a caminar. La compasión
es la gran autopista por donde circula el amor entre los corazones.
Que camines humildemente con tu Dios.
Decía San Agustín que “en el deseo profundo de Dios tenemos ya la experiencia
de Dios”. A lo mejor nos hemos olvidado de ese deseo esencial para caminar
sobre esta tierra, nos hemos quedado en la superficie, en la cáscara, sin ir al
fondo.
Dice W. Jäger: “Hemos nacido como seres
humanos para madurar y desarrollarnos. Todas las necesidades y problemas,
dificultades y alegrías, deben ayudarnos a encontrar nuestra auténtica
naturaleza. Esa es la tarea de nuestra vida”.
Para caminar en profundidad necesitamos
un corazón enamorado y tierno. Sensible y agradecido. Humilde y apasionado.
Y eso son los tres consejos básicos,
para cuando nos pregunten, o nosotros mismos preguntemos: “¿Qué hay que hacer?”
Practicar justicia, ser fiel, caminar humildemente de la mano de tu Dios.
Y las tres cosas son una, en realidad.
Porque no se puede caminar de la mano del que solo es Amor, sin practicar
justicia y fidelidad. Porque él nos sale al encuentro en todos los necesitados.
Había una vez un rey de un reino muy
pequeño, él mismo era el rey y el pueblo. Oyó decir que iba a nacer un niño
divino y se puso en marcha. De regalo, se llevó su mapa de las estrellas y una
estrella de cristal. Tuvo que cruzar el desierto y allí fue ayudando a los que
estaban perdidos y necesitados, y les dio sus regalos. Se retrasó tanto que
cuando llegó a la aldea, el niño ya se había ido con su familia. Tuvo un
momento de desánimo pero oyó una voz interior que le decía: “No has llegado
tarde, nos hemos encontrado en el camino”.
Este cuento nos dice claramente que
nuestra única meta es ayudar al que tenemos al lado en cada momento. En el
servicio desinteresado nos encontramos con lo más divino. No hay otro modo de
llegar al portal.
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