“Aunque Cristo naciera mil veces en
Belén y no en ti, estarías perdido por siempre jamás” (Angelus Silesius).
En este día celebramos que un Niño nos
nace.
Un Niño con sus características
intrínsecas de extrema debilidad y de máxima posibilidad.
El Niño que nos nace dentro es muy
débil, hay que cuidarlo, dedicarle el máximo de atención. En eso, es
exactamente como nosotros, frágil, delicado, sensible, muy humano.
Ese Niño, que nació real, también existe
real en nuestro corazón, camina con nosotros. Nos da la inocencia que
necesitamos para que el corazón esté abierto y esperanzado, no endurecido, no
amargado. Y para que podamos emocionarnos con los sabores de la vida.
La debilidad del divino Niño nos hace
hermanarnos con toda la debilidad del mundo, ser comprensivos con los errores,
los fracasos, admitir las equivocaciones, aceptar las lágrimas y la pena. Nos
hace extender las manos para estrecharlas y sostener al que está sufriendo. Y
nos lleva a querer estar al lado de los que más nos necesitan, porque también
nosotros más tarde o más temprano estamos necesitados y somos ese Niño débil,
lloroso y necesitado de mimos y de cariño.
El Niño tiene también una característica
que es la de máxima posibilidad. En él está todo en germen, y todo es posible. Todos
los caminos están abiertos, toda la creatividad está intacta, toda la vida está
por estrenar. Por eso es tan importante no cerrar puertas ni taponar ideas, ni censurar
afectos.
Cada persona tiene su expresión única,
espontánea, irrepetible, original. Cada camino tiene un trazado diferente. Si
pretendemos unificar y si impedimos la espontaneidad de cada uno, podemos hacer
mucho daño.
Ese Niño tiene dentro de sí un poder
extraordinario, representa lo divino en nuestra vida, que toma la forma de un bebé.
Esa vida divina vive continuamente en
nosotros y necesita que la protejamos y la hagamos fuerte en nuestro corazón y
que la cuidemos en cualquiera que salga a nuestro encuentro. Porque ella es
nuestro yo auténtico y sagrado, y nos pone en contacto con lo que nos
trasciende.
Aunque lo celebremos solo un día al año,
siempre es Navidad. Dios viene en forma de Niño, a nosotros, sus amados hijos.
Que mis buenos deseos se unan con los de
todos los hombres y mujeres de buena voluntad y transformen la faz de la tierra
con un canto de alabanza todos los días del año.
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