miércoles, 11 de diciembre de 2013

La vida como regalo


Hoy leía yo la pregunta: “¿Cuáles son tus sueños más profundos, aquello que te hace vibrar por dentro?”

Estoy instalada en mi imperfección, en mi ignorancia y mis temores. Soy experta en arrastrarme sobre esta tierra, domino el lenguaje humano de la envidia, el desencanto, la pereza, la indiferencia.

Ninguna debilidad hay que no sea mía, pero también mis sueños me llevan al otro extremo, con frase de los Rubayats: “Mi cuerpo amasado con tierra es la luz de los cielos”.

No sé por qué increíble razón llevo, ¡llevamos todos! una semilla de amor, depositada en el centro de mi ser, y eso es lo que me hace diferente, lo que me hace vibrar en muchas ocasiones, y pregonar que no hay que perder la ilusión ni la esperanza y que hay que confiar a muerte en medio de nuestra total oscuridad.

Esa oscuridad, a veces deja pasar un poco de luz, siempre con la ayuda de la ternura compartida. Los afectos, que muchas veces no sabemos expresar, son los que nos unen a los que nos rodean y nos empujan a caminar sintiéndonos uno con el mundo.

Somos un proyecto del que nos tenemos que enamorar. Sí, con toda humildad, tenemos que enamorarnos de nosotros mismos. Transportamos el paraíso, dialogamos con el infinito, somos un encuentro apasionante y real. Además de eterno.

Estos días he leído el libro de María de Villota, “La vida es un regalo”. Impresionante. Ha tenido que ocurrir un gravísimo accidente en su vida para darse cuenta que “vivía dormida, pasaba a ciegas y sentía a medias”. Ella dice que escribe el libro porque tiene un mensaje importante que darnos, que se le ha regalado sentir cada latido como el primero, y vivir más despierta, más alegre, con más sentido, más consciente. “Deseo que, sin pasar por un accidente como el mío, podáis sentir la alegría de estar vivos y disfrutar del regalo de la vida”.

Dice también que “nuestra vida es un trozo de tiempo infinito si la compartes con quien amas, y con quien te necesita. También puede ser un trozo de tiempo mezquino”. “Decide si quieres solo llegar o pasear este increíble camino”.

Todas las grandes personas que me hablan con ese lenguaje son mis maestros, han llegado hasta mí para enseñarme algo, para entregarme un mensaje que necesito. Los mensajeros van cambiando, no son los mismos. Vienen de todos los tiempos, y de todas las edades. Me traen lecciones necesarias, porque yo siempre me estoy formando.

Tengo claro que mi vida es un camino para saborear, disfrutar, contemplar. Día a día voy avanzando. Más o menos lentamente. Siempre gozosamente.

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