miércoles, 18 de diciembre de 2013

Culpa y pecado


Venimos de una tradición religiosa donde se incide en la culpa y el pecado, a lo largo de los siglos hemos arrastrado estos términos, nos ha impregnado este vocabulario. Son unas expresiones que no entiendo demasiado.

El término “pecado” hace tiempo que lo cambié por el de “ignorancia”, porque es verdad que somos ignorantes, así hemos sido moldeados, por algo será.

El término “culpa” no lo entiendo. ¿De qué somos culpables los cristianos? Las tradiciones de la época en que se escribieron los textos bíblicos nos marcan hoy, muchos siglos después de haber sido escritos.

Dicen los salmos: “Tú, Señor, eres Dios tierno y compasivo, paciente, todo amor y verdad. Mi hogar está en ti”. Estas palabras son bálsamo y alimento para los corazones humanos.

El otro día, un amigo musulmán me dijo: “qué pena que no seas del Islam”. Yo le contesté rápidamente: “Sí soy del Islam”. Porque yo soy de todas las religiones que nos abren paso a lo divino. No rechazo nada. Por eso soy musulmana, budista, hinduista y de todas las iglesias cristianas.

Yo soy de ese Dios tierno y compasivo, todo amor y verdad, que es mi origen, mi meta y mi hogar verdadero, y que está por encima de creencias y religiones.

Todo me sirve, si no es excluyente, si hay armonía entre los pueblos y las personas.

Las Iglesias tienden a la unificación porque lo fundamental nos une: anunciar la buena noticia del amor, y trabajar por un reino de paz y justicia.

Hay una canción muy bonita que dice: “·Este lugar es tierra sagrada, de encuentro, de vida, de gracia, de amigos, de luz, de hijos, de hermanos, de Dios”.

Esa es mi religión, saber que por donde yo voy, piso tierra sagrada, y descubrir en cada paso la emoción de sentirme en un lugar especialmente preparado para mí, una familia, unas creencias, un trabajo, unas relaciones. Todo bien diseñado para que yo camine hacia un encuentro íntimo y transformador.

Por eso, en los textos bíblicos acepto leer cosas que no entiendo a condición de que de vez en cuando aparezca esa frase maravillosa que es la que me alimenta el corazón.

“Con mis labios daré al Señor gracias infinitas”.

“El espíritu del Señor está continuamente sobre mí”.

“Ilumina a los que viven en la más profunda oscuridad, dirige nuestros pasos por un camino de paz”.

“No se perderá ni un solo cabello de vuestra cabeza”.

“No dejéis que vuestro corazón se endurezca. Permaneced vigilantes, orando en todo tiempo”.

“Dios me ha concedido el privilegio de ser su apóstol”.

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