“No podemos poner límite a sus planes”.
No le podemos hacer sombra a la belleza que ilumina el mundo, a la armonía que
todo lo armoniza, a la bondad que habita en todos los corazones. No somos
nosotros los encargados de corregir planes infinitos.
Solo nos es dado adivinar la palabra que
se dirige a nosotros: “Búscame y sígueme, yo te pongo ese mandato dentro de tus
genes, de tus entrañas, no vas a dejar de sentir el impulso a ser persona, a conocerte
a ti mismo, desde tu mismo nacimiento y durante toda tu vida”.
“A
Dios solo lo podemos conocer a partir de nosotros mismos, cada uno de nosotros
es la forma a través de la cual él se revela. De este modo, el conocimiento de
uno mismo y el conocimiento de Dios se convierten en la misma cosa”.
Todos nuestros deseos están colocados
estratégicamente. Nuestros pasos, aparentemente dispersos, solo llevan una
dirección. Somos guiados.
Cuando volvemos la vista atrás,
encontramos el sentido de tantas bifurcaciones, de tantos vaivenes, y a través
de todo lo vivido vemos la línea recta que nos ha conducido exactamente a este
punto, a esta búsqueda que da sentido a nuestras jornadas.
Porque ¿qué sería de nosotros sin ese
impulso a caminar hacia pastos mejores, sin ese deseo de conseguir alimento,
material y espiritual? Sería lo mismo que estar muertos, es decir pasar por la
vida sin saborearla, sin disfrutar de esos frutos maduros que son los momentos
de calma y satisfacción que nos visitan cuando ponemos nuestro empeño en vivir
en profundidad. O lo que es lo mismo, en sencillez. Profundidad no significa
complicar las cosas, sino ir a la esencia pacífica de todos los corazones y
desde ahí actuar.
Nuestro recorrido de profundización
humana y divina pasa por un mayor conocimiento de nosotros mismos, pasa por ir
al fondo de nuestras inseguridades y miedos, de aceptarlos, mirar de frente
nuestra debilidad, y no intentar enmascararla con parches y apaños
artificiales.
Es un llegar a decir: “yo soy así, y con
esto voy a ver cómo hago mi caminar sobre esta tierra”.
No podemos olvidar ninguna parte nuestra, por muy molesta que sea. Si olvidamos
algún aspecto de nuestra persona, no podremos centrarnos en nuestros objetivos
porque iremos incompletos.
Digamos junto con Etty Hillesum “Señor mío, te agradezco que me hayas creado
como soy. Te agradezco sentir una amplitud tan grande en mí, ya que esa
amplitud no es otra cosa que estar colmada de ti. Te prometo que aspiraré
durante toda mi vida a conseguir esa hermosa armonía, y también la humildad y
el verdadero amor”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario