miércoles, 21 de diciembre de 2011

El mal


Tengo un problema: No creo en el mal.

No lo puedo decir en voz alta, me miran como rara, chalada y por supuesto: hereje. Me creo lo que dicen algunos autores de que el Ser Infinito no tiene límites, por tanto dentro de él están el bien y el mal.

Sí, Dios también abarca el mal, y el demonio, y el pecado. Respeto profundamente a los que no creen esto que estoy diciendo, pero ésa es mi creencia. En otras épocas ya estarían preparando la leña para quemarme en la hoguera.

No hay partes en el mundo o en nosotros, una buena y otra mala. Eso de la maldad y la bondad son historias heredadas del pasado, dicen que de los griegos: la dicotomía bien/mal. Y lo peor de todo es que nos hunde en culpabilidades que no sirven para nada. “Para que todas las cosas puedan existir en armonía, mantén tu mente libre de divisiones, abandona todas las ideas de dualidad: bueno y malo” (Hua Hu Ching)

Somos mezcla, revoltijo, lugar de emociones y de encuentros. Somos manifestación de Algo Misterioso y nuestra debilidad nos ha sido dada por él mismo, por tanto es necesaria, no hay ningún error en la creación. “Mis pecados los ha visto el Señor, me han sido atados por él mismo” (Lm. 1)

Hacen falta nuestra torpeza y nuestra ceguera o ignorancia. Sí. ¿Para qué? Para llegar a nuestra plena consciencia o iluminación. Sólo desde la oscuridad apreciamos la luz, sólo después de la tristeza brilla la alegría. Sólo nos enteramos que nace el día porque muere la noche. Los contrarios nos son necesarios para entender mejor.

¿Cómo somos capaces de pensar que algo puede hacerle sombra, debilitar al Amor? “No puede mancharse y resplandece incluso en el sufrimiento y en los fallos. Caer en la cuenta de esto significa serenidad, alegría, dicha.” (W. Jäger)

Nos hemos instalado históricamente en una dualidad inútil, empobrecedora. Pero no hay que preocuparse porque todos nuestros errores están dentro de la Luz. Siempre, suceda lo que suceda, estamos en las mejores manos. Y siempre, sean cuales sean nuestras creencias, nuestro túnel personal nos conduce a la iluminación. Por eso todo vale: creer o no creer en el mal, alegría o tristeza, religión o no religión.

Somos un pensamiento de Dios, abracémonos unos a otros. Hemos nacido en la eternidad, existimos en el corazón divino desde el mismo amanecer de la creación.

¡Nos pase lo que nos pase, siempre la suerte ha estado, está y estará de nuestro lado!

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sé quién eres, pero yo, que soy un escéptico, aprecio que en tu palabras están presentes la inteligencia y la pasión. Doble mérito.

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