Formamos parte de la única energía que existe, por tanto nos comunicamos en todo momento algo luminoso. Con nuestra sola presencia enviamos luz y cambiamos el mundo. Transmitimos algo que nos trasciende, no nos pertenece y a la vez es lo más íntimo y cercano.
Ser conscientes de nuestra esencia nos hace ponernos a su servicio, no puede ser de otra manera. Esa luz nos transforma, nos da fuerza y no necesitamos nada más.
Siempre es momento de comunicarnos y decir lo que sentimos y vivimos, para disfrutar y hacer disfrutar a los que tenemos alrededor. Así es como crecemos.
Participamos de una fuerza creativa imparable, por tanto somos también creadores de nuestro universo y tenemos infinitas posibilidades, que comienzan cuando nos abrimos a lo que tenemos delante porque ahí se desarrolla el misterio de la vida y nos encontramos con nuestra verdad.
Todo es camino, nuestra tarea es acoger lo que sucede y actuar, dar pasos, con la guía de nuestra propia mirada amorosa y luminosa.
Unos lo llaman aceptación o rendición, otros conversión o ser conscientes. Se trata de inclinarnos ante aquello que nos trasciende y nos ha traído hasta aquí. En todo hay una intención que nos guía y nos cuida. Ir descubriendo esto es nuestro camino espiritual, el que nos da fuerza en los momentos de dificultad o de conflicto, que siempre los hay.
La casualidad no existe, hay un propósito, que siempre está a nuestro favor. Con ese convencimiento vamos a crear en nosotros hábitos de felicidad, de paz y gozo interior, sin olvidar nunca ser compasivos y ponernos al servicio de nuestros compañeros de camino.