Levantarnos en la mañana, respirar la vida y ponernos a su servicio, con esperanza siempre, sean cuales sean nuestras circunstancias. Porque le hacemos falta a la vida, dicho de otro modo: le hacemos falta a Dios. Somos su corazón para amar, sus pies para ir donde es necesario, sus manos para actuar, su bondad para sanar heridas.
Tenemos por delante faena de la que ilusiona, ponernos en marcha en este increíble y maravilloso mundo, para descubrir los tesoros que encierra y las sorpresas del día a día. Es como beber y saborear el amor traguito a traguito, porque no podemos hacerlo de otra manera, no seríamos capaces. Y con cada pequeño trago, nos apetece seguir bebiendo, porque es lo que más nos llena.
Cómo transformar la muerte en vida, la indiferencia en pasión. Cómo derretir el hielo del propio corazón. Todo un proceso de crecimiento nos espera en este pequeño segmento de eternidad que es nuestra existencia en la tierra.
En primer lugar hay que estar abiertos a las indicaciones de esa misma Vida que es quien quiere transformarnos en un lugar cálido y dichoso desde donde contemplar, amar y por supuesto amarnos.
Somos guiados en ese proceso imparable hacia la luz. Sigamos esas señales luminosas que están puestas ahí para nosotros, nada es casual. Unas señales que nos anuncian que ya hemos llegado, que ya lo somos todo, y cada momento es el mejor. Todo depende de nuestra actitud confiada para vivir el presente en plenitud.
Dice Teresa de Jesús: “Cualquier ser humano necesita mirarse en los ojos de Dios para descubrir quién es, porque solo entonces nace a la vida y empieza a descansar porque encuentra su casa dentro de sí.”
Estamos dentro de un proyecto de amor, no perdamos la conciencia de ese “estar naciendo a la vida” en cada instante.
2 comentarios:
Preciosa reflexión, aunque la dureza del corazón hace pensar en que estamos en camino y que nos queda mucho por andar para encontrar dentro y fuera de nosotros la esperada plenitud, a partir de que seamos capaces de abandonarnos totalmente en Él.
Mirarse en los ojos de Dios para saber quién es uno en verdad.
Bonita reflexión. Dios te bendiga Consaura.
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