La actitud atenta es imprescindible para estar bien despiertos a la vida. Todo son indicaciones y mensajes. “Escucha Israel”, se nos dice a todos.
Para escuchar, en primer lugar me tengo que detener, centrarme y poner mi mirada en aquello que me sucede.. Y al poner mi mirada atenta pongo lo mejor que tengo de mi cuerpo-alma.
Dice Simone Weil: “La atención, en su grado más alto, es lo mismo que la oración. Presupone la fe y el amor.”
Poner lo mejor de mí en lo que escucho y en lo que hago, es lo mismo que orar. Y para eso no hace falta pronunciar palabras. Se trata más bien de una actitud de disponibilidad y entrega.
Un corazón atento a esa vida, que sucede aquí y ahora, por tanto siempre es presente, siempre es regalo, nos hace ganar en sensibilidad y en capacidad para saborear cada momento. Solo se vive en el ahora, todo lo demás son irrealidades que nos pueden paralizar. Cuántas veces decimos: “Y si...” y ahí enumeramos nuestras preocupaciones.
Detenernos en el presente inmediato nos relaja, nos da luz, porque lo que nos quita la paz suele estar en “qué es lo que pasará”.
No nos dejemos zarandear por las tormentas y preocupaciones que están en la superficie, como las olas que golpean en el mar. Entremos más y más en ese interior nuestro habitado, que siempre es calma y quietud. Lleguemos a las profundidades de ese océano personal, que todos tenemos. Y allí encontraremos la fuerza para vivir de otra manera, sin que nos tumben las dificultades de la vida. Y desde allí nos brotará la gratitud verdadera, junto con la alabanza.
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