Lo fundamental siempre viene de dentro, donde se origina todo. Y es dentro donde tenemos a “los buenos” y “los malos” de los que habla la biblia. No miremos fuera, todo tiene lugar en nosotros, aunque en otras etapas nos creyéramos que “los malos” siempre eran otros.
Cuando aprendo a interiorizar todo, a ver que aquello de lo que me hablan los textos antiguos es mi misma vida, algo está cambiando en mi visión de las cosas, y me lleva a una nueva interpretación de todo lo que me sucede, que es más completa, todo lo abarca y lo integra.
Yo soy “el sordomudo” de los evangelios, que necesito escuchar y entender los signos que llegan a mí, y espero siempre esa palabra: “Ábrete”, para que no se me cierre el corazón. Soy el “ciego de nacimiento”, en búsqueda de la luz necesaria para caminar, y me dejo ayudar por los que vienen en mi auxilio. Soy una discípula, que duda y cree, todo a la vez. Y una esclava que ha sido liberada.
En mí tengo a Marta y María, al apóstol Pedro y a Judas el traidor. De todo soy capaz. “Yo soy todos los hombres”.
Comprender esto me lleva a inclinar la cabeza, no creerme diferente y estar unida a todos los seres humanos en un abrazo hondo y pleno.
Me lleva a caminar en sencillez, consciente de que todos los caminos son posibles para mí y todos son buenos si los acepto y los integro, porque lo que parecía un estorbo también se puede convertir en una bendición, y la gracia y la intervención divina se da en todo momento y en todas partes.
Alguien dirige mi vida, me guía y me pide aceptación. Es el aliento de vida que me sostiene y me renueva cada día. Es el auténtico amor que actúa en mí, si yo le dejo.
1 comentario:
Todo tiene lugar en nosotros. Miremos al interior. Bonita reflexión
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