domingo, 23 de septiembre de 2018

Doy testimonio


Dice el evangelio de Juan: “Yo soy testigo de la luz”. Hago mías esas palabras. Doy testimonio de lo más grande que me guía con mano firme, mueve mi corazón y mi anhelo y me hace adentrarme en ese Reino tantas veces anunciado.

Cuando pronuncio esas palabras es el mismo Espíritu el que da testimonio a través de mi persona. De sus grandes riquezas me alimento.

Si amo, no puedo ponerme medallas, puesto que el mismo Amor ha acampado en mi corazón. Si yo escribo, no tengo ningún mérito, no soy yo, es el viento del Espíritu que sopla a través de mí. Cuando tengo sed y hambre de infinito no es porque yo me haya esforzado, eso también es regalo gratuito. El misterio de tantos corazones amigos, de la belleza en las miradas, del sentir y admirar, de la armonía.

De todos esos dones doy testimonio. Son los que dan el sentido a todo, los que dan plenitud y sabor. Por eso, digo que ser testigo es mi misión en este mundo.

Todo es muy sencillo, cuando lo quiero ver así, pero también lo puedo complicar. Todo depende de mí. Los problemas nunca vienen de fuera, siempre de dentro.

Si fuéramos conscientes de esto, estaríamos bien atentos a la limpieza interior, para no dejarnos enredar por orgullos encubiertos, susceptibilidades estúpidas, ni rabietas de niño pequeño.

Es una gozada vivir en el cielo, no lo transformemos en un infierno. Tenemos ayudas infinitas y tenemos la llave para acceder a ellas: la actitud agradecida en cada momento.

Con esa nueva visión podemos ser testigos de la paz que se queda con nosotros, cuando no le ponemos obstáculos.

No hay comentarios:

El tablero de la vida

  En lo más cotidiano jugamos nuestra partida, nos alegramos y nos cansamos, planeamos y nos desanimamos, hacemos nuestras jugadas más brill...