domingo, 24 de junio de 2018

Soltar


Poco a poco, muy lentamente, aprendemos a vivir. Se nos van presentando las ocasiones para madurar, para aceptar e integrar nuestra debilidad y nuestra fatiga, se nos van abriendo horizontes de luz.

Tener vida no solo es haber nacido sino tener conciencia del milagro de estar aquí. De lo increíble del universo que nos envuelve. De la perfección en la que existimos. Y de nuestra propia fragilidad.

Cuando cargamos el peso del mundo sobre nuestros hombros y nos creemos que todo depende de nosotros, nos rompemos, porque no resistimos tanta tensión. De ahí la importancia de aprender a soltar. Actuar y, a continuación, soltar, es el mejor aprendizaje, la mayor sabiduría.

Actuar sin esperar recompensa, ni agradecimiento. Buscar hacer las cosas solo porque son buenas, como una ofrenda y una alabanza.

El apego es un lastre con el que viajamos por la vida. Nos quedamos agarrados a lo que hacemos porque nuestro ego es muy poderoso y quiere ser visto y valorado. Estamos enganchados al reconocimiento social, que se nos enseña desde pequeños y actúa sobre nosotros como una droga que necesitamos para vivir. Sin embargo, soltando tenemos más libertad, nos sentimos mejor, respiramos más tranquilos.

Soltar es actuar confiando ciegamente en ese Dios-Amor que ya sabe cómo somos porque nos conoce mejor que nosotros mismos. Dejar que sea él quien tome la iniciativa en nuestra vida, quien decida sobre lo que nos conviene, porque son sus aguas las que riegan nuestros surcos más escondidos, sus semillas las que se abren en nuestro interior.

No nos quedemos ningún mérito para nosotros. Contemplemos la fuerza de la gratuidad divina. Aprendamos a imitar esa gratuidad: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. (Mt 10,8)

No hay comentarios:

Celebrar la vida

  Algo tiene que morir en nosotros para que la vida gane. Desprendernos para avanzar. Dejar atrás la visión de nosotros mismos y del mundo, ...