domingo, 1 de julio de 2018

Sacramental


Todo lo que nos sucede tiene un componente sacramental, porque nos une a lo divino. La unión se da incluso en los más pequeños detalles. Leonardo Boff hablaba del “sacramento de la jarra de agua” que tenía en su casa, en su niñez.

El sacramento es cualquier realidad de nuestra vida cotidiana que nos hace presente a Dios. Si analizamos la palabra, significa: medio o instrumento para hacer santo. O, lo que es lo mismo, para cumplir el plan de santidad que ya está trazado para nuestras vidas.

Todo lo que nos sucede es señal que nos indica el camino, por tanto, es sacramento, porque en todo se da ese encuentro que el alma sedienta busca con pasión.

Cualquier oración, aunque sea desde la total oscuridad, también es un momento sacramental, porque se trata de un diálogo profundo que nos pone en conexión con esa otra orilla de nuestra vida.

Dentro de nuestra ignorancia, lo que de verdad importa es la sensación de estar en el camino por fin. De estar en el lugar que debes estar, de existir, con total fragilidad, en un todo de armonía perfecto.

Para jugar hay que aceptar las reglas del juego, y las reglas del juego de la vida son muy sencillas: confía en cada momento porque todo está dentro del plan divino, aunque tú no lo entiendas. Todo es sacramental, sagrado, extraordinario, sobrenatural.

Todo es milagro increíble.

Es bueno recordar esto para renovar a fondo nuestras energías, dejar volar nuestros anhelos, dejarnos la piel en cada encuentro, emocionarnos con todos los amaneceres y ver esa mano amorosa en cada pequeña casualidad que viene en nuestra ayuda.

Que sepamos ver, y saborear, la maravilla de estar aquí.

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