domingo, 1 de abril de 2018

Mi causa en sus manos

“Mi causa está en manos del Señor”, son palabras de Isaías. No sé si me lo acabo de creer. Porque yo siempre había pensado que mi causa estaba en manos de las circunstancias externas, que son las que mandan.
Asumir este mensaje del profeta supone para mí una verdadera revolución personal. Me pone en un plano diferente al que habitualmente me muevo. Si todo lo mío está en las manos del que es Amor, el Señor, de qué preocuparme, qué temer, por qué agobiarme. Y, sobre todo, por qué no dar saltos de alegría y experimentar la gratitud más profunda.
Dice más Isaías en ese salmo 49: “Yo haré que seas luz de las naciones”. Cualquier sonrisa mía, cualquier gesto de unión, hace que aumente la paz, que es la luz del mundo.
El amor del Señor es grande, desproporcionado. Tanto, que no me cabe en la cabeza. Imposible entenderlo. Él lo sabe bien. Por eso me enseña poco a poco, me da sabiduría traguito a traguito. Él es mi aliado y defensor, y me disculpa siempre.
Ha llegado la hora en que empiezo a ver en todo a este Padre-Madre solícito. En cualquier sonrisa de cualquier persona, en la brisa que me acaricia, en todos los gestos de ternura, en las pequeñas y grandes casualidades que me abren caminos, en mi misma debilidad, en cualquier encuentro, en todos mis seres queridos.
Saber que “mi causa está en sus manos” me tiene que servir para quitar sombras amenazantes y pasar a agradecer y disfrutar la vida de cada día. Cada jornada mía es un regalo, así lo vivo, porque ahí me encuentro con él.

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