domingo, 8 de abril de 2018

Mi incomodidad


Descubro en mí cierta ansiedad en torno a la oración. Porque quiero hacerlo bien y obtener resultados favorables siempre, quiero avanzar, no estancarme. Quiero éxitos. En el fondo no llevo muy bien la oscuridad, quiero luz. También en este terreno necesito serenidad para ir aceptando mis momentos más decepcionantes, mis oraciones más pobres, mi desgana en ciertos momentos.

Necesito experimentar que rezar y confiar van totalmente unidos, y llegar al convencimiento de que esa confianza en la eterna fidelidad divina es mi único y luminoso camino.

Al final resulta que tengo que liberarme de mí misma, porque en esa oración personal sobra mi ego deformado por sus manías y sus exigencias, y solo es necesario el Espíritu amigo que remueve mis aguas interiores y me pone en marcha cada día. Pero yo ando siempre con prisa, buscando seguridades, señales, indicadores.

Para construir mi propio templo solo necesito los materiales que la vida me va proporcionando: mis circunstancias, mi conciencia, mi fe.

Carlo Carreto: “La oración no es una cuestión de ideal sino del corazón y de realidad”.

He sido y soy gestada y dada a luz por Dios, es el que me alumbra en cada respiración, el que me quiere viva ahora y siempre. Y el que me da lo que necesito. Lo que no tengo, aquello que no se me ha dado, sencillamente es porque no lo necesito.

No me pondré como meta estar satisfecha y en posesión de la verdad sino caminar humildemente sabiéndome amada.

Me llega ahora una bendición franciscana que comienza así: “Que Dios te bendiga con la incomodidad… para que seas capaz de profundizar dentro de tu corazón.”

Doy gracias por mi incomodidad, la necesito para estar despierta.

No hay comentarios:

El tablero de la vida

  En lo más cotidiano jugamos nuestra partida, nos alegramos y nos cansamos, planeamos y nos desanimamos, hacemos nuestras jugadas más brill...