domingo, 29 de abril de 2018

El don de amar


El que ama es liberado. Es la medicina más grande, mejor dicho: la única medicina. Por el poder de ese amor ya no podrás enfrentarte con nadie, se acabarán las comparaciones, las susceptibilidades, las tensiones.

Ante esa persona que nos hace la vida difícil, nuestra oración, como dice el P. Darío Betancourt, debe ser: “Señor, dale éxito, más que a mí. Dale salud, más que a mí. Dale alegría, más que a mí. Dale fe, más que a mí…” En una oración sincera y continuada por ella. Esa actitud obra milagros, porque se pone en marcha el poder del amor, tan inmenso que no cabe en nuestra pequeña mente.

Respiramos energías poderosas y sanadoras, y cuando focalizamos nuestra atención en ellas y nos ponemos a su servicio, ocurren cosas extraordinarias: curaciones y transformaciones que nos dejan asombrados.

Se nos ha dado el poder, o el don, de amar. Lo tenemos siempre a nuestra disposición, pero a veces lo tenemos sin estrenar. Vemos gente llena de tensiones, preocupaciones, enfados y, como consecuencia, con una salud completamente deteriorada, porque está totalmente relacionada una cosa con la otra: salud del cuerpo y del espíritu.

Si comprendiéramos ese amor divino que brota como una fuente en nuestro espacio humano, que pasa como un rio bienhechor a través de todo lo que hacemos. Si por un momento fuéramos conscientes de ese regalo, de esa fuerza que nunca falla. Entonces, nos pondríamos a su servicio y seríamos testigos enamorados y entusiastas.

Podemos decir que a lo largo de nuestra vida, y juntando todas las pequeñas historias que nos suceden, estamos asistiendo a un parto muy anhelado: el alumbramiento de la luz y el sentido de nuestro caminar.
Todo está bien trazado y todo es por algo. Dejémonos llevar.

No hay comentarios:

El tablero de la vida

  En lo más cotidiano jugamos nuestra partida, nos alegramos y nos cansamos, planeamos y nos desanimamos, hacemos nuestras jugadas más brill...