Para crecer, hago silencio. Y para avanzar, me paro. Mucho me queda por
recorrer y todo es en mi terreno interior. Aunque lo interior y lo exterior
“están cosidos”, como leí una vez. Son el derecho y el revés de una misma tela.
La verdad está escondida en mí, y en todos, y tiene su momento de
despertar, en cada uno tiene su tiempo.
Cuando a un corazón le llega ese momento, le resuenan palabras nuevas y
gestos nuevos, y va en busca de otros corazones también tocados porque ya no
puede hablar con todos de lo que siente, porque no hay palabras que puedan
expresarlo, y el mejor vehículo es la emoción compartida y la honda alegría.
Cuando el anhelo se instala en nuestro interior, empieza nuestra auténtica
peregrinación. Una nueva luz nos guía. Aunque parezca extraño, cuanto más nos
acercamos a nuestra Fuente, más sed tenemos. Esa sed es lo que tenemos en común
con los otros caminantes.
Me pongo en marcha cada día como respuesta a una llamada que viene del
centro más tierno de mi persona, y en el camino escucho el eco de ese Manantial
que me ha formado con sus aguas.
“De tus ojos, solo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más”.
Por eso, cada día limpio mi mirada, para que nada me impida empaparme del
misterio que me trasciende y me da sentido.
En este mágico encuentro, soy guiada y conducida con delicadeza, soy
tratada con mimo. Alguien presume de mí, soy su creación, obra de sus manos y
de su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario