domingo, 4 de febrero de 2018

Cadena para servir

“Los ríos no beben su propia agua, los árboles no comen sus propios frutos. El sol no brilla para sí mismo y las flores no esparcen su fragancia para sí mismas. Vivir para los otros es una regla de la naturaleza. Nuestra naturaleza es el servicio.”
Somos para los demás, lo sepamos o no. Somos pequeños cauces por donde la energía pasa para inundar nuestro mundo más cercano. Somos todos profetas de lo invisible, con nuestros actos hacemos visible el amor infinito que pasa a través de nosotros, el que no podemos cuantificar, medir, ni pesar, pero es nuestra misma naturaleza.  Por eso todos somos portavoces de lo más divino. Como el sol, brillamos para los demás, de nuestras aguas beben otros, y nuestra propia cosecha también es para darla, porque lo que no se da se pierde.
La siembra está echada y abonada. El sembrador siempre está puntual a su cita. Tan solo necesitamos ampliar la mirada y saborear lo que ya circula por nuestro interior más sagrado. Contemplar nuestros frutos de paz, lo que otros han depositado en nosotros y devolverlos al mundo para que circulen y beneficien a todos.
En nuestra misma sangre llevamos la huella de tantas grandes personas, que han dejado en esta tierra lo mejor de sí mismas. Esa explosión de amor que nos inunda nunca se puede perder, traspasa fronteras y también siglos. Es inmortal y es nuestra preciosa herencia. La misma que nosotros tenemos que dejar aquí antes de irnos para que otros disfruten de ella.

En nuestra naturaleza está la entrega y la ternura. Desde que nacemos formamos parte de una cadena divina para amar y servir. Somos afortunados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

GRACIAS, hormiguita. Te quiero.

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