domingo, 19 de noviembre de 2017

En conexión

Cuando uno dirige su mirada a lo más hondo, al infinito amoroso, a lo que no entiendes pero sabes que está ahí, se produce magia, porque nos hace más grandes, nos une a la  trascendencia que está siempre presente. Esa conexión también se llama oración.
Cada persona es singular y única, por eso, hay tantas maneras de orar como seres humanos.
Me gusta la oración. No tanto la que se expresa con palabras, que también, como la de sentirse dentro, estar conectado permanentemente. La de saberse y sentirse guiado y abrazado.
Vivir así es el estado perfecto: tener la vista puesta más allá de lo que sucede, en lo que nos trasciende. Poner en todo una mirada esperanzada y amorosa, significa sondear en uno mismo y mantenerse atento y confiado.
En esa relación orante, poner nuestras primicias, no nuestras migajas. No solo esos minutos que nos sobran sino todo nuestro tiempo. Convocar siempre nuestras mejores energías, en un diálogo interior lleno de consciencia y de ternura.
Ese estilo de vida nos sienta bien. Cuando se ha probado, ya no se quiere renunciar a él, porque nuestro corazón anhela el contacto directo con lo divino. “Nos has hecho, Señor,  para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”, decía S. Agustín.
La oración es sacramento de unión Hombre-Dios. Es puente y alianza que nos lleva a la Fuente de la que continuamente brotamos.
En conexión vivimos mejor, unidos a esas Aguas que nos riegan y nos hacen dar frutos de amor aun en medio de las dificultades del camino.

Aguas que todo lo impregnan y todo lo sanan: ¡Gracias!

1 comentario:

Fr. Simón dijo...

Gracias Conchi por tu reflexión

Señales de eternidad

  Para aproximarme al sacramento del momento presente necesito bajar y entrar en cada detalle, descubrir que todo es señal de eternidad y ce...