miércoles, 12 de noviembre de 2014

Revolución de la ternura



“El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura”. (Evangelii Gaudium)
Hay expresiones afortunadas, que nos tocan por dentro, esta es una de ellas: revolución de la ternura. Es el arma más poderosa para cambiar los corazones y cultivar todo lo bueno que está a nuestro alcance. La paz se propaga en el mundo con nuestros gestos de ternura, con la alegría compartida, con el servicio, la compasión y el perdón.
Esa es la batalla que tenemos que librar, en favor de nosotros mismos y de nuestros hermanos de toda la tierra. No podemos estar al margen de la vida que nos rodea y nos sostiene, hemos de cuidar al máximo nuestras relaciones, ahí demostramos lo que llevamos en el corazón y lo que hemos aprendido. En ese contexto nos volcamos, de forma voluntaria y también involuntaria.
No controlamos conscientemente los latidos del corazón ni el funcionamiento de los pulmones. Sí podemos controlar lo que metemos dentro: tanto la comida como las emociones positivas o negativas.
Tenemos control sobre nuestro cariño y podemos darlo en todo momento, a todo el mundo. Así de fácil es.
Esa revolución fue la que hizo Jesús, la del amor. Darlo a manos llenas, a todos, sobre todo a los más necesitados y rechazados. Ese es nuestro camino a seguir.
A veces podremos parecer insensatos, incluso iremos contracorriente y escucharemos palabras que no nos gustan, pero estaremos siguiendo la voz interior que nos dice: ama.
Se trata de hacer una elección, y una vez hecha, ponerse en camino, sabiendo que nos equivocaremos y tropezaremos un montón de veces porque somos contradictorios por definición: decimos una cosa y hacemos otra.
Pero después de cada tropiezo nos levantaremos poniendo nuestro empeño en lo que nos hemos propuesto, tener paz con nosotros mismos y con los que nos rodean.
Se necesita un punto de locura para iniciar este camino, porque no es lo que se lleva, no está bien visto, provoca risas, también suspicacias. No es entendido por quien no siente lo mismo.
Nuestro objetivo es caminar mirando siempre al cielo, es decir, no hacia las nubes sino hacia la otra dimensión de la vida, la que nos sobrepasa, nos trasciende y no podemos ver con los ojos. La que da el sentido a todo.
Y no hacer caso de los impedimentos que nos van llegando. Contamos con la promesa del Señor: “Yo te llevaré a corrientes de agua por un camino llano, donde no tropieces. Yo te he amado con amor eterno, por eso te sigo tratando con bondad”. (Jeremías 31)
Dios es ternura.

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