domingo, 23 de noviembre de 2014

La Biblia y yo



Todo lo que sucede en la Biblia es una única historia contada para que yo interprete mi vida a la luz de la fe.
Miles de páginas a mi disposición, como un cuento universal a la vez que personal, donde cada uno de los humanos que han pisado esta tierra podemos mirarnos.
Al igual que a Samuel, el mismo Dios me llama por mi nombre, me despierta en mi noche y actúa en mí.
Como a Abraham me dice: sal de tu tierra, de tus seguridades para poder llegar a la confianza desnuda en él.
Soy Moisés, cuando recibe las indicaciones del Señor y se pone al servicio de su pueblo. También Dios firma un pacto conmigo, una alianza de amor eterno.
Job es el gran maestro de la paciencia y la confianza. Es un modelo a seguir en mi vida
Los salmos son palabras de alabanza para los corazones inquietos y maravillados.
Los profetas nos dan avisos acertadísimos, que nos marcan el sendero para que no nos perdamos en superficialidades.
En los Evangelios, Jesús nos comunica su mensaje de amor, con su vida y su palabra. Después, sus amigos, los discípulos, se encargaron de darnos las últimas indicaciones.
Los Magos siguen una estrella que es la misma que yo sigo en mi corazón.
Mis pasos en esta tierra están guiados y marcados desde el inicio de los tiempos.
Todo lo que sucede en la Biblia, me sucede a mí, paso por paso, es un viaje hacia mi interioridad y hacia mi esencia como ser humano.
Cada vez soy más consciente de que sus páginas están dirigidas a mí y sus mensajes me hablan de lo que siento, de lo que me pasa, de lo que tengo que hacer.
También es cierto que cuando está preparado el discípulo aparece el maestro. He pasado muchos años sin abrirlo, es ahora cuando lo valoro y lo agradezco.
Podemos caminar confiadamente, tenemos postes indicadores que nos ayudan tanto en este libro sagrado como en todo lo que nos sucede.
Somos un pueblo caminando, en búsqueda. Todos vamos inseguros, anhelantes, llenos de preguntas. Es más fácil la vida si te fías de lo que otros han vivido y escrito para ti, si te fías de la palabra divina: “Mira que yo estoy contigo; te guardaré por donde vayas. No te abandonaré sin cumplir lo que te he prometido”. (Gn 28, 15).

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