Yo siempre estoy queriendo ser otra
persona.
Una persona que tenga más fe, más
vivencias interiores, más clarividencia, más tiempo y más calidad de
meditación, más hondura de vida. Que no quiere decir que no posea todo esto,
pero quiero más y eso me hace estar insatisfecha y no disfrutar plenamente de
lo que ya tengo.
Y no digamos en lo físico. Hay que
fijarse en que nadie se acepta a sí mismo en las fotos. No estamos conformes con
nuestra imagen, nos parece que siempre salimos mal.
Sí, en lo físico también me gustaría
tener algunos centímetros de más, unos pocos kilos menos, menos arruguitas, y
unas cuantas cosas más.
Con todo esto quiero decir que no
saboreo totalmente lo que ya tengo. Que si me centro en lo que podría ser,
abandono lo que ya soy, que es mi terreno, lo que se me ha dado.
El secreto de mi felicidad pasa por la
aceptación plena de mi vida, con todas sus imperfecciones y medianías.
Yo no vivo en las hipótesis: si yo
fuera… si esto ocurriera… si me concentrara más en la oración… si tuviera las
cosas claras en el terreno de la fe.
Sino que vivo en lo que ya soy:
incertidumbre, búsqueda, errores, aciertos, vaivenes, oscuridad.
Ese es mi lugar. Y Dios ya lo sabe. No
tengo que intentar aparentar nada en su presencia. Ni tengo que explicarle el
porqué de mi situación actual. Ni exponerle los motivos por los que yo no tengo
las cosas claras. Él ya lo sabe. Ni hacerle un resumen de lo que a mí me
gustaría alcanzar. Lo sabe.
No somos seres abandonados, sino hijos
sostenidos en su amor, y sujetos a su cuidado.
Por eso, mi postura debe ser de
confianza, y como ya he dicho: aceptación. Porque el terreno en el que me muevo
ya es divino, preparado por él al milímetro. Porque es su voluntad que yo tenga
todas las imperfecciones, y que le grite en mi noche.
Así es que voy a serenarme porque ya
estoy en el lugar ideal, en un espacio y un tiempo diseñado para mí, en una
Tierra de ensueño que la puedo disfrutar con solo abrir los ojos. Un planeta
impregnado de olores, texturas, colores diferentes y únicos, de bosques,
océanos, ríos. Todo un paisaje de vida creado para mí, para que yo respire,
sienta y contemple.
Y si puedo ver perfección en lo que me
rodea, por qué no puedo verla igualmente en mí.
Ya lo tengo todo. Mi imperfección es
perfecta. Cuándo lo comprenderé.
Este es el poema publicado esta semana
en Mi poesía es luz, mi blog de
poesía:
Cuándo
comprenderé
que
el aire me besa
por
las mañanas.
Que
las nubes me esperan
y
me saludan.
Que
la alegría se asoma
y
me visita.
Que
el mar a lo lejos
me
hace señales de bienvenida.
Que
los pájaros
me
regalan su vuelo.
Que
el día está esperando
que
yo lo estrene.
Que
todo está en su sitio
y
no hace falta nada más.
Cuándo
comprenderé
que
todo está para mí
y
que puedo confiar.
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